Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Lucas 16:23
Meditando en este pasaje, me imagino si nosotros estuviéramos en la misma condición en la que Lázaro estuvo, avistando desde la gloria de Dios, desde el seno de Abraham, a quien está en el infierno. Ciertamente, tendríamos innumerables sorpresas con quienes parecían tener una fe verdadera, pero que en realidad tenían una fe religiosa. Sería más o menos así:
– Padre Abraham, aquella mujer eran tan asidua en la iglesia, parecía tan firme, ¿por qué está en ese infierno?
– Ella parecía ser firme en la iglesia, pero tenía una fe emotiva, vivía en la práctica de la mentira y engañaba a las personas, era amante de un hombre casado y nadie lo sabía.
– Padre Abraham, aquella de allí era jefe de las obreras, estaba siempre trabajando en la iglesia, preparando la Santa Cena, demostraba una santidad enorme, ¿por qué está en ese infierno?
– Cierta vez, el pastor le llamó la atención, desde entonces comenzó a nutrir dentro de sí un odio muy grande por él y jamás lo perdonó. Se enfermó y murió con ese sentimiento dentro de su corazón.
– Padre Abraham, aquel obrero me ayudó tanto, él me orientaba todos los días que yo iba a la iglesia, ¿por qué está en ese infierno?
– Él no supo escoger a una mujer de Dios para casarse. Terminó prostituyéndose con su novia, que también era obrera. Ambos no se arrepintieron y se apartaron de la iglesia, cayendo en el mundo de los vicios. Sufrieron un accidente cuando volvían de una discoteca y murieron en el pecado.
– Padre Abraham, yo me convertí con aquel pastor. Cuando llegué a la iglesia, era él quien estaba haciendo la reunión, demostraba mucho poder contra los demonios a quienes yo servía y adoraba antes de concurrir a la iglesia, y por eso comencé a admirarlo por su unción. ¿Por qué está en ese infierno?
– Él comenzó bien en su ministerio, pero en el medio del camino no vigiló más ni sacrificó la voluntad de la carne. Un día una mujer lo acosó y no resistió, traicionó a su esposa y se fue de la iglesia, cayendo deliberadamente en el mundo del pecado, murió así y no se arrepintió.
– Padre Abraham, ¿y aquella esposa? Ella estaba al frente de las demás esposas y era vista como modelo de una mujer de Dios, ¿por qué está en ese infierno?
– Tenía la apariencia de que vivía, pero fue muriendo poco a poco. Dejó de orar en su casa, de ayunar, de separar un momento para meditar en la Palabra de Dios. Comenzó a darles más atención a las cosas fútiles, con eso se fue enfriando espiritualmente, hasta que llegó a su desierto, “el día malo” como hice en Efesios 6:13, que todos enfrentaremos. Cierta vez su marido cometió un error, le llamaron la atención y fue castigado, pero ella no estaba fuerte para vencer el desierto. Se sintió víctima de una injusticia y pidió salir de la Obra. Dejó de servir a Jesús, se alejó de la Iglesia y cayó en la prostitución.
– Padre Abraham, ¿y aquel obispo? Yo tuve un encuentro con Dios en una de sus reuniones de domingo, era un verdadero líder, ¿por qué está en ese infierno?
– Él manifestaba su fe para curar, liberar y prosperar, pero no vigiló su corazón, que fue tomado de orgullo robando la gloria de Dios para sí. Él comenzó a creer que podría seguir su ministerio, y, durante una discordia con la dirección de la Iglesia, pensó que ya era hora de seguir solo. Al principio, parecía que estaba en el camino correcto. El tiempo pasó, perdió lo que tenía, pero no perdió el orgullo del corazón. Traicionó a su esposa y agitó al pueblo en contra del trabajo del Espíritu Santo hecho en la Iglesia que le extendió la mano cuando estaba en el lodo. Hasta que llegó su hora de partir, como llegará para todos, y no tuvo Salvación.
Lamentablemente, esos fueron engañados por el diablo, por medio de la fe emotiva y religiosa.
Mis amigos, que el Espíritu Santo tenga misericordia de nosotros, pues las Escrituras son claras cuando dicen:
Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. 1 Corintios 10:11-12
¡Que Dios los bendiga!
Colaboró: Obispo Sergio Corrêa