Tenés que saber que, aunque tus logros parezcan garantizar estabilidad, no pueden librarte de un mal día.
Según el sentido común, la independencia es sinónimo de empoderamiento. Vos, mujer, seguramente, al menos una vez en la vida, fuiste alentada a tener autonomía profesional, económica, emocional e intelectual. Sin embargo, muchas mujeres, al mismo tiempo que buscan libertad y seguridad, se vuelven cada vez más dependientes de su conocimiento, de sus logros y de todo lo que consideran más importante. Se aferran al poder que les proporciona el trabajo, el estatus, las relaciones, el dinero, la inteligencia y la belleza, ignorando que todo eso es pasajero. Esta fijación desequilibrada por los logros termina en frustraciones, ya que nada de eso puede saciar el interior del ser humano.
Esta actitud de apego describe bien lo que el apóstol Pablo dice en 1 Timoteo 6:10:
“Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores”. 1 Timoteo 6:10
Un intercambio peligroso
El amor por el dinero descrito en las Escrituras, hoy en día, simboliza la obsesión por el deseo de tener, un sentimiento capaz de disminuir el valor de todo. Cuando le das demasiado valor al poder de consumir, a la condición de tener lo que quieras en este mundo, sos capaz de cambiar amor, padre y madre e incluso a Dios por eso.
Aunque los bienes materiales puedan significar estabilidad en la Tierra, nadie puede controlarlo todo y, muchas veces, es difícil evitar pérdidas o esquivar las dificultades que surgen a lo largo de la vida. Estas, a menudo, son permitidas por el propio Dios para hacernos reflexionar sobre en qué estamos depositando nuestra dependencia. Esa falsa seguridad que el dinero y todo lo que representa brinda, muchas veces aleja a las personas de la Palabra de Dios. Si nuestra dependencia está en algo o en alguien y no en la Palabra de Dios, esas cosas o personas no serán suficientes para sostenernos en los días malos.
Desapego y fe
Solo la Palabra tiene el poder de mantenernos en pie en medio de las dificultades. Por eso, es necesario saber desapegarnos de lo que nos aleja de la fe, pagar el precio de salir de la zona de confort y confiar nuestra vida y nuestro futuro a Aquel que nos enriquece con lo eterno. Así lo aconseja Pablo en las Escrituras:
“Pelea la buena batalla de la fe; echa mano de la vida eterna a la cual fuiste llamado, y de la que hiciste buena profesión en presencia de muchos testigos. A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Enséñales que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir, acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que puedan echar mano de lo que en verdad es vida”. (1 Timoteo 6:12, 17-19).
La buena batalla es confiar en Dios, no acomodarse y poner en acción la fe. La grandeza que obtenemos al practicarla es una recompensa espiritual que valdrá la pena por toda la eternidad.
Godllywood
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