Maltratar a un cónyugue es una práctica tan antigua como el mundo. Desgraciadamente durante muchos siglos el hombre, debido a su fuerza física y otras cuestiones ha dominado en muchos aspectos a la mujer. Las esposas han estado sometidas al poder abusivo del marido. La violencia de género es una de las principales injusticias que ocurren en nuestra llamada sociedad moderna a la que hay que añadir la discriminación sexual en política, familia y sociedad.
Es cierto que algunas mujeres han permitido y permiten que esta violencia doméstica continúe y que incluso atormente a sus hijos. Las razones que algunas esposas mencionan para permitir esos abusos son muy variadas, por ejemplo: “No me pega mucho, me pega lo justo, mucho menos que mi cuñado a su mujer”. “Solamente me pega cuando llega bajo los efectos del alcohol o de las drogas, y me ha dicho que no va a volver a beber”. “Me ha prometido que es la última vez que lo hace”. “Lo perdono porque es tan bueno. Ya va a cambiar”. “Las mujeres tenemos que sufrir, como sufrieron mi madre, mi abuela, mi bisabuela y todas las mujeres de mi familia y de mi pueblo”. “Ya he retirado dos veces la denuncia en la Policía porque me ha prometido enmendarse”.
Algunas esposas soportan ese infierno porque desgraciadamente no encuentran alternativa a la situación. No están preparadas mental, económica, ni socialmente para plantar cara a la situación y alejarse de su violento marido.
La violencia doméstica, aunque sea realizada de manera sutil abarca las infidelidades, las presiones económicas, el abandono de las obligaciones matrimoniales, los chantajes emocionales, entre otros, estos son abusos similares a los daños psicológicos.
El horror
El pasado viernes, se conoció la triste noticia de que Fernando Farré, de 52 años, asesinó a sangre fría a su exesposa con dos cuchillos, mientras tenían una reunión para acordar el divorcio en buenos términos en el country Martindale de Pilar. El hombre fue acusado de haber degollado a Claudia Schaefer, de 44 años, confirmaron a La Nación fuentes policiales y judiciales. El detenido es Gustavo Fernando Farré, quien trabajaba hasta hace un año como gerente general de una conocida multinacional. Las fuentes indicaron que a las 11.39 de la mañana recibieron un llamado al 911 sobre un hecho de violencia ocurrido en el interior de country Martindale, ubicado en calle Perón 2375.
Schaefer estaba separada de Farré y no vivía en el country, sino en un departamento de Avenida Libertador al 1700. La mujer había conseguido a principios de este mes que la justicia porteña dictara una exclusión de hogar y restricción perimetral de acercamiento para Farré, había denunciado que en una pelea él la había tirado al piso y la había inmovilizado con una rodilla apoyada sobre su cuello. La medida fue levantada una semana después de la denuncia. El matrimonio estaba en plena negociación por la división de bienes.
La mujer fue con valijas vacías a retirar sus pertenencias a la casa de Pilar. Según las fuentes, en un momento, los abogados se pusieron a charlar entre ellos y la pareja se apartó a la cocina, donde comenzó a discutir. La pelea subió de tono, ella ingresó al vestidor, entonces Farré la siguió, cerró con llave y sacó un cuchillo con el que comenzó a atacar a su exmujer, a quien le provocó una herida mortal en el cuello. La atacó con tanta saña que un cuchillo tenía la punta doblada de la fuerza de las puñaladas.
Ante los pedidos de auxilio de la mujer, su suegra y los abogados intentaron ingresar al vestidor, pero no pudieron abrir la puerta, por lo que intentaron entrar por una ventana que daba al parque. El subcomisario Eduardo Molina confirmó que llegaron a presenciar los instantes finales del crimen. Luego Farré se sentó en un sillón mientras los abogados daban aviso al 911 y a la guardia de seguridad del country, que también se comunicó con la Policía. A los pocos minutos un patrullero llegó al lugar y el agresor fue arrestado y trasladado a una dependencia de Pilar.
La policía incautó del vestidor dos cuchillos de cocina. Una de las preguntas que deberá esclarecer la investigación es si el crimen fue espontáneo o planeado.
Mientras que Farré permanece aprehendido y será indagado en el proceso judicial por la Dra. Carolina Carballido, de la Fiscalía Especializada en Violencia de Género de Pilar, el cuerpo de Schaefer fue trasladado a la morgue de San Isidro, donde se le practicó la autopsia, que reveló que fue atacada con saña. El cuerpo presentaba signos de defensa, ella luchó para frenarlo pero no pudo. Hacía diez años que ella vivía episodios de violencia doméstica.
Hay un divorcio cada dos matrimonios
Según datos aportados por el Registro Civil porteño a Tiempo Argentino, hasta julio del año pasado se registraron en la Capital Federal 2915 divorcios: uno cada 142 minutos. Son 77 más de los que se inscribieron en los mismos siete meses de 2013. Y al aprobarse el proyecto de reforma del Código Civil el trámite será aun más sencillo (no habrá que aducir causas ni habrá audiencias previas), el divorcio exprés es evidentemente de una tendencia en alza.
Lo opuesto sucede con los matrimonios. Mientras hace 15 años había 46 enlaces por día (16 832), en la primera mitad de 2014 cayeron a 28 cada 24 horas (5938, hasta julio). La tendencia negativa viene profundizándose. En 2012 habían sido 12 637 matrimonios, y en 2013 bajaron a 11 629, que en relación con los 5671 divorcios de ese año, significaron una separación cada dos enlaces.
Un matrimonio reconstruido
Alejandra y Fabián veían como su matrimonio se destruía por la violencia. “Me crié con padres separados, con 15 años de edad empecé a tomar alcohol y a los 18 años me casé, ese fue mi primer fracaso. Iba al casino y a los bingos para distraerme desde el mediodía hasta la madrugada. Mi hija empezó a involucrarse en las drogas y yo tenía bulimia y anorexia. Pensaba que morirme era la solución pero no tenía valor para suicidarme, por eso no comía”, cuenta Alejandra.
Por otro lado, Fabián fue criado por sus abuelos pero en el fondo necesitaba a su familia. “Mis abuelos me criaron desde los 3 meses, pero sentía la falta de mis padres y hermanos. Cuando fui mayor, conocí a la mamá de mis nenes, al pricipio iba todo bien, pero después empezaron los problemas a partir de la noticia de un nuevo embarazo, porque ya tenía una hija. Nos peleábamos todo el tiempo y yo me la pasaba trabajando para que no les falte nada a mis hijos. Terminamos separándonos y mis hijos se quedaron conmigo, durante 4 años los crié solo”, comenta Fabián.
Las vidas de Alejandra y Fabián se cruzaron, tenían la esperanza de ser felices pero lo único que les esperaba eran más problemas. “Él era un hombre muy sufrido, me encontré con los nenes que estaban sin su mamá hacía años”, continúa ella. “Cuando nos conocimos los dos teníamos vicios, alcohol y cigarrillos, además yo iba con mis amigos a los cabarets.
Los dos tomábamos juntos y nos agredíamos. Todo los días había violencia, Alejandra llegaba a romper las cosas y yo estaba tan nervioso que maltrataba a mis hijos”, relata él.
También estaban mal económicamente, como explica Alejandra “él trabajaba de noche y ganaba muy poco, así que siempre le reclamaba. Yo tenía mi peluquería y la terminé perdiendo, él también perdió su trabajo. Los celos eran motivo de discusiones porque sabía del problema que él tenía. Nos separamos muchas veces, yo agarraba mis cosas y me iba 3 o 4 días y después volvía. La mitad de la semana vivía en mi casa y la otra en la de él.
Un día recibimos la invitación de una hermana, pero terminamos yendo 3 meses después. Yo lo amaba, quería estar con él pero necesitábamos a Dios. Quería una transformación de vida y a la vez quería ayudar a mi marido y a mi familia. Costó muchísimo, pero fuimos luchando y Dios transformó todo. Yo me curé de la bulimia y la anorexia, me liberé de mis problemas espirituales y mi hija dejó las drogas”, dice ella. Fabián también experimentó el cambio, “mi mal carácter ya no existe, dejé el cigarrillo, el alcohol y los cabarets. Económicamente estamos bien, recuperamos la peluquería, ahora trabajamos juntos. Mis hijos están tranquilos, son felices y están sanos. Nos amamos, nuestra relación cambió completamente, tenemos diálogo, gracias a Dios la violencia ya no existe en nuestras vidas.
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