Lisandro: “De un día para otro, me empezó a sangrar la nariz, pero no le daba importancia, estuve así, un año y medio. Me levantaba bañado en sangre, dormía con una toalla en la cara y amanecía empapada.
Fui al médico y cuando me vio, sin hacerme estudios, me dijo que tenía cáncer de nariz. El doctor se agarraba la cabeza, pero yo sabía que estaba en las manos de Dios. Luché y perseveré, no dejé de creer en ningún momento, incluso oraba cada dos horas. Yo sabía que me iba a sanar y a dar testimonio en el Altar.
Antes de operarme, me hicieron estudios y el doctor me dijo que no encontraba el tumor.
Hicieron la cirugía y encontraron un tumor seco, no lo podían creer. Hace unos días, fui al Sanatorio y el médico me dijo que puedo trabajar, el cáncer no está más”.
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