Norma Marecos llegó a la Universal enferma de cáncer de mama y con una de sus hijas muy enferma, además, su matrimonio era un desastre. Había muchas discusiones, no había diálogo y el causante, era el vicio del juego de su esposo.
“A mi segunda hija le declararon esclerodermia, quedó postrada en cama, no hablaba siendo que tenía dos años y ocho meses. Hacía los tratamientos, pero no me aseguraban que iba a poder hablar.
Yo sufría con dolor de cabeza por los nervios, tenían que llevarme a la guardia cuando tenía crisis y me daban oxígeno. Además tenía Mal de Chagas y estaba depresiva y mi hija mayor estaba enferma de los bronquios, vivía con el paf. No soportaba más. Cuando mi segunda hija nació estuvimos separados un año con mi esposo porque el dinero no nos alcanzaba para vivir juntos.
Mi esposo estaba ausente, era como que no le importaba lo que sucedía y yo estaba enferma con doce quistes en cada mama, era desesperante la situación. Discutíamos por cualquier cosa, él se iba al casino y sacaba préstamos, luego me culpaba. Por todo esto comencé a odiarlo”.
A su hija debían operarla de una discrepancia en una pierna, que le había afectado los músculos hasta la cadera. No sabía qué hacer y es ese momento la invitaron a la Universal. A partir de ese momento se aferró a Dios, pues el primer día notó una diferencia, salió una opresión de sobre ella porque tenía miedo de que su hija quedara en silla de ruedas. Participó de las reuniones con determinación porque sabían que había un Dios que respondía a sus pedidos. Al tiempo su esposo empezó a ir a las reuniones y en una Hoguera Santa sacrificaron en el Altar. Entonces cambió definitivamente la situación, su hija mayor sanó de los bronquios y la pequeña fue operada con éxito y comenzó a caminar con normalidad. “Los quistes desaparecieron de mi cuerpo, puedo decir que Dios no solo hizo un milagro en mí, sino que hizo un milagro en todos nosotros”, asegura Norma sonriendo.
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