Germán: “Mis problemas no se debían a que tenía una mala relación con mi familia o problemas económicos en mi casa, porque mis padres me habían dado todo. La raíz de mis problemas estaba en mi interior. Sentía mucha angustia, me sentía solo a pesar de que mi familia quería contenerme. Desde chiquito padecía la soledad y al ir creciendo eso fue empeorando. Intentaba llenar ese vacío con malas amistades, salía a escondidas, le mentía a mis padres. Estaba encaminándome en un camino oscuro.
Con esas amistades conocí la droga, al principio pensaba que lo controlaba, pero de la marihuana pasé a la cocaína y a las pastillas y el alcohol. Recuerdo que si no estaba drogado, no podía ser feliz.
Era muy nervioso, no me relacionaba con mi familia y el vacío fue creciendo. Así llegué a conocer a Dios en la Universal, poco a poco entendí que tenía que liberarme, comencé un camino rumbo a la Salvación. Escuché hablar del Espíritu Santo y justo vino la oportunidad de mi vida: el Ayuno de Daniel. Yo obedecí, comencé a agradar a Dios, a leer la Palabra, a alimentarme con contenidos espirituales. Un día tuve una experiencia con Dios y cambió mi vida.
Recibí el Espíritu Santo y pasé a ser otro hombre. El vacío y la angustia se fueron. Muchos no creían en mi cambio, pero Dios me había transformado”.
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