Marcelo conoció la Iglesia Universal hace mucho tiempo y asistió a las reuniones durante ocho años. Sin embargo, él admite que su compromiso era superficial: “Yo solo ocupaba una butaca, por periodos me alejaba de la fe y luego volvía. Participaba de la Santa Cena sin tener una verdadera relación con Dios. Me había bautizado, pero solo fue un acto externo, mi vida nunca había cambiado”.
“Hasta que un día me alejé por completo y caí en los vicios. Volví a fumar, a beber alcohol e iba con frecuencia a los bares”, recuerda.
Ese camino, lejos de brindarle felicidad, lo condujo a un estado de desesperación y angustia. “Mi vida tocó fondo y comencé a sentir un vacío interior profundo. Experimentaba presencias extrañas, escuchaba que alguien me llamaba por mi nombre, pero, al darme vuelta, no había nadie”, señala.
En medio de esa etapa oscura de su vida, tomó la decisión que cambiaría su destino. “Finalmente, me propuse regresar a la iglesia y entregarle mi corazón a Dios. Me bauticé en las aguas y me afirmé en la fe. Ahora formo parte del grupo de evangelización, ya no bebo alcohol, no fumo, no mantengo amistades que me alejan del buen camino y dejé atrás la música que no me hacía bien. Tengo paz y soy feliz de verdad”, concluye.
Un mensaje de esperanza
Este testimonio es un ejemplo de que, sin importar cuán lejos de la fe se encuentre una persona, siempre hay un camino de vuelta. Dios está dispuesto a recibirte con amor y a transformar tu vida.
Él asiste a la Iglesia Universal ubicada en Av. Bartolomé Mitre 3170, Moreno, Bs. As.