Mabel llegó a la Iglesia con muchos problemas de familia. “Teníamos muchas peleas, problemas económicos y desunión”, recuerda. Comenzó a asistir a las reuniones de los domingos, encontró la restauración que su hogar necesitaba y hoy comparte su experiencia:
“Nuestros hijos no se querían. Cuando conocí a mi esposo, él ya tenía hijos y yo tenía los míos. Cuando decidimos juntar a las familias comenzaron los problemas. Se odiaban y se peleaban mucho. Nos sentábamos a la mesa y empezaban las discusiones por cualquier cosa. Era un infierno. Mi hermana me invitó a una reunión de domingo y comenzamos a luchar. Nada fue de un día para el otro. De a poco vimos el cambio. Empecé a sentir paz y después a ver el cambio en mi esposo y en mis hijos. Era otra cosa llegar a casa y encontrar la calma. Comenzó la transformación porque obedecimos a la palabra de Dios. Ahora somos muy compañeros. Antes no teníamos una salida y hoy sí, disfrutamos de todo eso. Nuestros hijos están todos bendecidos, cada uno con su familia. Tenemos una vida totalmente transformada”.
Si usted quiere comunicarse con nosotros, puede hacerlo llamando al (011) 5252-4070.