Hay quienes dicen que el tiempo es el responsable por las definiciones de la vida. Lo necesitamos para saber cuál será el fin de los libros, las películas, las historias, etc.
El tiempo también muestra la definición de la vida real. El ser humano nace, crece, madura, envejece y muere. Esa es la trayectoria natural de una vida.
El matrimonio por ejemplo, no se define en el altar o en la luna de miel, pero con el tiempo es definida la solidificación o evaporación de ese compromiso asumido por la pareja que dice amarse el uno al otro.
Con respecto al matrimonio con Dios no es diferente. Cuando nos entregamos de cuerpo, alma y espíritu, prometiendo ser fieles a Él, en el comportamiento y en las actitudes, delante de los sentimientos y pensamientos, en la pobreza o en la riqueza, en el deber de ser diezmista y ofrendante, en el derecho de disfrutar una vida de calidad en todos los sentidos, solamente el tiempo solidifica, o no, esa entrega hecha en el altar.
Dios no es vencido por el tiempo. Mucho menos se olvida del voto que hicimos a través de una sincera oración.
“Yo soy el Dios de Bet-el, donde tú ungiste la piedra, y donde Me hiciste un voto. Levántate ahora y sal de esta tierra, y vuélvete a la tierra de tu nacimiento.” Génesis 31:13
A ejemplo del pueblo de Israel en su trayectoria a la Tierra Prometida, hemos visto muchos cuerpos espirituales caídos por el desierto, vencidos por el tiempo de iglesia o de ministerio.
Pastores que cambiaron la lectura y meditación de la Palabra por el recordar versículos grabados en la mente. Cambiaron la inspiración fresca y caliente del Espíritu Santo por la experiencia de la repetición de discursos antiguos.
Obreros(as) que cambiaron la evangelización activa, donde transpiraban la camiseta a causa del sol y del calor agobiantes en una búsqueda apasionada por las almas, por la frialdad de ver a alguien sufriendo sin ni siquiera ofrecer un hombro amigo para un desahogo.
Miembros que cambiaron el temor, la obediencia y la fidelidad en los diezmos y las ofrendas, por la malicia y la rebeldía de cuestionar el destino tan claro y transparente de esos recursos.
Estamos hablando de personas que un día vivieron el calor de la comunión con el Señor Jesús, pero hoy viven el hielo del alejamiento de la presencia de un Dios que no es vencido por el tiempo ni por la comodidad, y que está listo para recibir a aquellos que un día dejaron que el tiempo se tornase enemigo de su salvación.
“… y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Mateo 24:12-13
O sea, los que perseveraron hasta el fin y fueron salvos, son los mismos que vencieron al tiempo.
Que el Señor nos de fuerzas para hacer del tiempo un aliado para nuestro crecimiento y maduración, y no para la comodidad espiritual que nos conduce al abismo, o sea, al infierno.
Dios los bendiga