No sirve llorisquear ni poner mala cara, pero es lo que muchas personas hacen delante de un “no” o cuando las cosas no salen de la manera que les hubiera gustado. ¿El informe no quedó como fue planeado? ¿Sus hijos arreglaron la casa de un modo que no le agradó? ¿Su marido no le dio la respuesta que le hubiera gustado oír? ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
No estamos hablando aquí de persistencia, excelencia o algo relacionado al perfeccionismo. Abordamos a la terquedad pura y cruda, que puede generar incluso escándalos y ofensas. Si el comportamiento suena, como mínimo, intolerante – y por qué no decir infantil – es necesario autoevaluarse y notar que algo está equivocado, como aclara la psicóloga Cleunice Santos Guedes, de Jundiaí, en San Pablo. “Cuando el comportamiento rígido ocurre de forma esporádica, puede ser considerado natural. Sin embargo, cuando la rigidez aparece con mucha frecuencia, indica un problema de comportamiento. Eso puede traerle algunos perjuicios a la persona y a sus relaciones”, evalúa.
¿Egoísta, yo?
Cleunice aclara que tanto mujeres como hombres con ese comportamiento “presentan dificultades para ponerse en el lugar del otro, para ejercer empatía y para aceptar un punto de vista diferente” y que, de modo general, “son personas egocéntricas y que poseen baja tolerancia para lidiar con frustraciones.”
Respecto a eso, la columnista Nubia Siqueira puntualiza algo interesante al mencionar que por detrás de la forma de ser autoritaria y exigente puede existir una persona completamente insegura. “Se vuelve cómodo encontrar excusas para no enfrentarse a las propias debilidades. Hábilmente, los defectos son disfrazados de cualidades. Por ejemplo, hay quien dice que es una persona extremadamente cuidadosa, sin embargo, quien convive diariamente con ella detecta un perfeccionismo neurótico que vuelve insoportable la convivencia. Hay quien dice que es perseverante y no desiste de nada, pero, en realidad, no quiere admitir que es terca e insiste en causas equivocadas”, afirma.
Convivencia complicada
Bajar la cabeza para evitar un enfrentamiento tiende a ser la elección de muchas personas que conviven con otras de opinión inflexible. Al final, pensar siempre en argumentos para convencerla puede ser agotador. Cleunice comenta que la postura inmutable puede afectar todos los tipos de relación y que uno de los puntos negativos es que “puede provocar el distanciamiento de otras personas, que sienten que sus opiniones no son aceptadas.”
Pero, ¿quién gana y quién pierde con todo eso? “Los comportamientos inadecuados terminan en consecuencias malas y, por eso, la persona pierde grandes oportunidades de aprendizaje, crecimiento y madurez”, evalúa Cleunice.
Cualquier persona que no esté satisfecha consigo misma puede cambiar su manera de actuar. “El primer paso es reconocer que necesita este cambio”, como explica la psicóloga Cleunice Santos Guedes. “El segundo es tomar la iniciativa de cambiar. Un buen ejercicio es ponerse en el lugar del otro, buscando entender su punto de vista antes de cerrar las posibilidades hacia otras conclusiones que no sean las propias.” Mientras tanto, quien convive con personas que quieren todo a su manera, puede darle feedbacks que refuercen la iniciativa de cambio. Y la manera correcta de hablar puede funcionar como una especie de vaso de agua con azúcar. “Pero hay que tener cuidado para que las palabras no tengan tono de acusación o suenen como juicios”, dice.
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