Existe un dicho, en el que muchos creen, que dice: “Todos somos hijos de Dios”. ¿Es eso cierto? Según la Biblia, todos son criaturas de Dios, pero no todos son hijos de Dios.
“Pero a todos los que Lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre” (Juan 1:12).
Nicodemo era jefe de la sinagoga y vino a Jesús de noche y Le dijo:
“Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios. Nicodemo Le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Juan 3:2-5).
Nicodemo era maestro y no entendía lo que el Señor Jesús le estaba diciendo.
No todos son hijos de Dios, todos son criaturas de Dios. Hijos de Dios son solo aquellos que son guiados por Su Espíritu.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).
Cuando el Espíritu de Dios entra en la persona, le garantiza ser hija de Dios. Los hijos de Dios no son guiados por sus deseos, por su propia voluntad, sino por el Espíritu de Dios. El Señor Jesús, que era Hijo de Dios, decía que Él hacía solo lo que Le decía Su Padre.
“Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras” (Mateo 26:39).
Quien no es hijo de Dios hace su propia voluntad, lo que le da la gana, y después culpa a Dios. Quien es hijo de Dios no hace su propia voluntad, sino que es guiado por el Espíritu Santo.
Esa es la importancia de recibir el Espíritu Santo, es Dios poniendo Su sello que dice: “Este es Mi hijo y nadie puede tocarlo”. El Espíritu Santo es el sello que lo autentifica como un hijo y un heredero de Dios.
Nuestra lucha debe ser para ser hijo de Dios. El Padre cuida a Sus hijos:
“¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se Lo pidan?” (Lucas 11:11-13).
El Espíritu Santo lo es todo, porque Él testifica con nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, el diablo no puede tocarnos. Nos ronda, pero no nos toca porque somos hijos de Dios.
Usted que es padre, ¿cómo serían sus hijos si hubieran hecho siempre lo que usted les aconsejaba? Si siempre Le hiciéramos caso a Dios, sería una maravilla.
Si usted quiere ser hijo de Dios, entréguese. No importa lo que haya hecho, nadie puede impedir el perdón del Señor Jesús, hay gente en las cárceles siendo perdonada. Donde hay arrepentimiento hay perdón.
Si usted se entrega a Él y Le dice: “Haz de mí lo que quieras, quiero ser un hijo de Dios auténtico”, Él entra en usted y lo hace una nueva criatura, ¡un hijo de Dios!
Y si usted es hijo de Dios, su vida será totalmente diferente.