Al leer la historia del pueblo hebreo constatamos que el hecho de que ellos tenían al Dios de Abraham como aliado, no les facilitó las cosas.
Incluso creyendo en Dios, vivieron esclavizados en Egipto durante 400 años.
A pesar de que fueron liberados con manos fuertes de la esclavitud de Egipto, se encontraron con el Mar Rojo como obstáculo. Y, venciéndolo, tuvieron que cruzar el desierto.
Aunque habían recibido la Tierra Prometida como herencia y fueron guiados hasta ella por el propio Dios, cuando llegaron se encontraron con las murallas de Jericó.
Fueron muchas las barreras que tuvieron que superar y, para cada una de ellas, necesitaron no solo la ayuda de Dios, sino, sobre todo, tomar actitudes de fe, que a los ojos de los que no creen son locura.
Locura de fe
Los que vieron al pueblo, cansado del maltrato y de la vida de servidumbre, postrado y clamando a una sola voz al Dios de Israel por el libramiento, sin duda pensaron que habían enloquecido. Pero fue esa indignación la que llamó la atención de Dios y Lo hizo enviar a un libertador.
Para la familia egipcia de Moisés era una locura que él renuncie a los privilegios que disfrutaba como príncipe, cambie la comodidad y la seguridad del palacio, para seguir vagando por el desierto obedeciendo a un Dios invisible, que hasta entonces él ni siquiera conocía. Sin embargo, fue esa locura de Moisés la que hizo posible el libramiento y la manifestación del poder del Altísimo a través de señales y maravillas por todo Egipto.
¿Qué decir, entonces, de las miles de personas que rodearon las murallas de Jericó durante 7 días y, al séptimo, hicieron sonar las trompetas y gritaron a gran voz, con el objetivo de hacer que aquellas murallas se derrumbaran? Seguramente esta escena hizo con que los cananeos se rieran:
“Ahora, Jericó estaba cerrada, bien cerrada, a causa de los hijos de Israel; nadie entraba ni salía. Mas el Señor le dijo a Josué: Mira, Yo he entregado en tu mano a Jericó y a su rey, con sus varones de guerra. Rodearéis, pues, la ciudad todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días. Y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá; entonces subirá el pueblo, cada uno derecho hacia adelante.” Josué 6:1-5
Los cananeos vieron perplejos como se derrumbaron sus murallas y como los “locos” de los hebreos dominaron la ciudad y todo lo que ellos poseían.
Esos son solo algunos ejemplos de murallas que se derrumbaron por medio de la fe. Cada vez que el pueblo de Israel obedecía las instrucciones de Dios, vencía, conquistaba, derrotaba a sus enemigos más poderosos. Por otro lado, eran vencidos cada vez que dejaban de seguir la orientación Divina, por más insignificante que parecía.
Dios solo se manifiesta en la vida de alguien si hay una sociedad. Sin ella, Él no puede manifestarse.
Es momento de despertarse
Quizás usted está en la iglesia hace muchos años y hasta hubo un cambio en su vida: fue curado, conquistó su casa propia, se liberó de los vicios, en fin, hubo una mejora considerable. Pero, ¿eso es todo lo que Dios ha reservado para usted?
Dios ya le había dado la Tierra Prometida al pueblo de Israel, sin embargo, dependía de ellos poseerla. Pero, después de conquistar algunas ciudades, se acomodaron, y muchas tierras que les pertenecían, por derecho, continuaron en manos de los enemigos:
“Siendo Josué ya viejo, entrado en años, el SEÑOR le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer.” Josué 13:1
Así también Dios le dice: aún queda mucho por poseer. No se detenga, no se conforme, no se deje intimidar delante de las murallas que el mal impone. Usted puede derrumbarlas manifestando una fe obediente.
Es momento de despertarse. El tiempo está pasando -faltan solo 4 meses para terminar el año-, usted está envejeciendo, pero todavía hay tiempo para revertir la situación. Dios no pelea nuestras batallas, nosotros tenemos que pelearlas, y Él nos capacita para vencerlas.
Por eso, el domingo 18, en todos los templos de la Universal, habrá una campaña de fe para derrumbar las murallas. Tal vez su muralla es el desempleo, una enfermedad, un vicio o los problemas familiares, sea cual sea, usted puede derrumbarlas por medio de la fe. Participe de este propósito y, ciertamente, Dios las derrumbará, como lo hizo con las murallas de Jericó.
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