Un especialista nos explica cómo transformar el trabajo en una actividad placentera
¿Qué significa “trabajo” para usted, satisfacción personal o tortura? Aumentan cada vez más las quejas de estrés relacionado a las actividades productivas. Ansiedad, angustia, malestar y enfermedades físicas se manifiestan en relación al contexto del trabajo y la función desempeñada, creciendo la desconfianza por la profesión, a veces vista como amenaza para la propia salud.
Toda esa angustia puede ser causada por el exceso de tareas, el miedo de la renuncia, conflictos interpersonales en el ambiente o entonces por la sensación de no alcanzar los objetivos establecidos. Puede parecer un desequilibrio entre el desempeño exigido y la creencia de no tener la capacidad para alcanzarlo. La distancia entre las metas y expectativas profesionales y las propias limitaciones personales puede aumentar en la mente y crear un profundo malestar, así como la falta de sintonía entre la actividad profesional y los valores personales.
Por lo tanto, en algunos momentos de nuestras vidas, puede parecernos que esa actividad nos recuerde más el significado etimológico de la palabra, de castigo, que el concepto contemporáneo, de realización. El origen del término “trabajo” en prácticamente todas las lenguas difiere un poco de las consideraciones actuales. Originalmente, la palabra cargaba una connotación negativa, de sufrimiento, fatiga, exploración y restricción de la libertad individual. En latín, “labor” significa esfuerzo, dolor, pena.
Felizmente, una de las mayores conquistas de la sociedad contemporánea es la transformación de ese significado. De obligación destinada a los esclavos y prisioneros, comenzó a volverse una actividad cada vez más difundida en todas las clases sociales. Gradualmente, el trabajo pasó a ser visto como actividad digna, un medio de realización personal, de relaciones sociales y de experiencias, que influencia profundamente la identidad personal, la autoestima, la autoconfianza y el papel en la sociedad.
El trabajo pasó a ser un derecho del ser humano, un espacio para valorar los talentos y capacidades individuales, creatividad, satisfacción profesional y realización personal. En esa evolución, el peso de la identidad profesional aumentó tanto que “engulló” a la personal, llevando a dedicar cada vez más tiempo y espacio de nuestra vida al trabajo.
Tanta dedicación, casi por completo en algunos casos, pasó a causar impactos negativos en la salud, dejando que el estrés, la angustia y el malestar se infiltren en el día a día. Eso afecta el rendimiento, los resultados, la performance y la calidad de vida.
Por fin, lo importante de este análisis es saber equilibrar esas dos “identidades”, la profesional y la personal. Conocerse a sí mismo, saber cuáles son sus factores individuales y unirlos de manera agradable al contenido profesional puede ser un punto interesante para vivir el trabajo no como un castigo, y sí como un espacio de realización plena.
(*) Eduardo Shinyashiki es conferencista, consultor organizacional, escritor y especialista en desarrollo de Competencias de Liderazgo y Preparación de Equipos