Para saber cómo está tu sintonía con el Señor y cuál es la oración que Le agrada, leé la siguiente nota
¿Viste esa conversación placentera con un gran amigo al que podés recurrir cuando pasa algo en tu vida? Cuando se encuentran, la conversación fluye, tu amigo te escucha y te aconseja, porque son íntimos. Lo mismo debe suceder con tu oración, ya que es una conversación con un gran amigo, a fin de cuentas, Dios es tu amigo fiel.
La oración es el vínculo que nos une a Dios, por eso es natural que, mientras más ores, más te acerques al Creador. Aunque Dios sepa lo que querés decir, incluso antes de que las palabras lleguen a tu boca (Salmos 139:4), quiere escucharte, porque no invadirá tu vida ni la de nadie.
Si el Señor Jesús, a quien debemos imitar, tuvo que orar, imaginate nosotros. Además, Él afirmó que debemos orar siempre y nunca desfallecer (Lucas 18:1). El apóstol Pablo también nos aconsejó a orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17).
¿Intimidad o exhibición?
Aunque la oración sea un momento de intimidad con Dios, algunas personas la usan para exhibir su fe ante terceros. Jesús hizo una alerta sobre ese tipo de actitud:
«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa», Mateo 6:5.
Tal vez sos alguien que va a la iglesia, que ora en voz alta, al que le gusta mostrar que es practicante, pero con la intención de ser visto por los demás. Si una persona está hablando con Dios, ¿por qué quiere que los demás la vean? Todos nosotros sabemos la respuesta: porque quiere ser elogiada y alcanzar la gloria para sí misma de forma deshonesta; no tiene placer de hablar con Dios, solo quiere ser vista por los hombres.
La Palabra de Dios sigue diciendo:
«Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará», Mateo 6:6.
La actitud de «entrar en el aposento», a la cual Jesús Se refiere, es entrar en tu intimidad y cerrarles la mente a los pensamientos que no forman parte de lo que querés expresar en tu oración, aunque ores en público.
En el momento de la oración, la persona debe concentrarse en el mensaje y derramarse ante Dios, diciéndole quién es y qué sucede en su vida, así como enseñó el Salvador:
«Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería», Mateo 6:7.
¿Cómo estás orando?
La sinceridad y la transparencia con Dios son importantes durante la oración, pero no es necesario gritar o decir palabras vacías e impensadas, porque ese tipo de oración no pasa del techo. Para llegar al cielo, la oración debe hacerse con fe y con la seguridad de que el Altísimo la está escuchando.
«Y sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que Le buscan». Hebreos 11:6
Dios tiene un carácter fiel para recompensar cada oración y cada gesto de obediencia a Su Palabra. Incluso, es imposible recibir Sus promesas sin una vida de oración. Por eso, hacé una pausa ahora mismo y orá. Construí una relación con Dios y, si ya la tenés, fortalecé el vínculo por medio de la oración.