Elián: “Mis padres se separaron, tenía unos diez u once años, fui a vivir con mis abuelos, fue muy duro. Necesitaba contención y se me hacía difícil estudiar, casi repito el último año de primaria. Me volví rebelde, mis abuelos me prohibían salir a la calle y yo les faltaba el respeto. Me dolía hacer llorar a mi abuela y me fui a vivir con mi hermano.
Empecé a drogarme y a sentirme cada vez más solo. En el colegio probé el cigarrillo y después la marihuana a los doce años, desde ese día no la dejé. El peor momento fue cuando murió un amigo, tuvo un accidente en moto y duró una semana en el hospital, fue una de las peores noticias que recibí, me quería ir con él.
Un día fumé marihuana con cocaína y me dio sobredosis, ese día sentí que me moría. Me faltaba el aire y la lengua se me iba para atrás. Al otro día, sin importarme nada, me levanté y seguí fumando marihuana.
Cuando me iba a dormir sentía una tristeza enorme. De chico había ido a la Iglesia, pero dejé de hacerlo, ya no importaba nada. Mi alma se desesperaba porque si seguía en ese camino iba a terminar muerto, preso o en un hospital.
Un viernes pasé por la Universal y un chico me dijo que fuera a jugar a la pelota al otro día y lo hice. Participé de la reunión de la FJU y me di cuenta de que necesitaba ayuda de Dios. Me fui recuperando, pude salir adelante, empecé de nuevo y dejé los vicios, dije basta. Hoy estoy contento, perdoné y pude pedir perdón”.
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