No hay cifras oficiales sobre los casos de adolescentes que sufren por el cutting, pero las consultas aumentan considerablemente, mientras que los pacientes que lo hacen son cada vez más jóvenes. “Hubo una baja en la edad de consulta, tengo pacientes de 11 años que se cortan”, asegura Juana Poulisis, psiquiatra, mágister en psiconeurofarmacología y especialista en trastornos alimenticios.
Juntando heridas en el alma y en el cuerpo
Mikaela Hinojosa vivió la separación de sus padres. También pasó por una situación traumática que la marcó: “Comencé a odiar a mis padres, crecí así, salía mucho. Tomaba, fumaba y usaba marihuana. A los 17 años conocí a un hombre y al principio estaba todo bien, pero era celoso. Se metía a mi habitación a golpearme y me obligaba a tener relaciones. Me callaba, porque en el cuarto de al lado, mi mamá estaba durmiendo. Quiso matarme dos veces, una de esas, entró a mi casa, me tiró al piso, se sentó encima y me golpeó, hasta que le pedí ayuda a mi mamá. Pero ella me echó de la casa, me fui con lo puesto, tuve que dormir en la calle, estuve días con la misma ropa y sin comer. No entendía por qué sufría tanto. Mi vine a Buenos Aires a vivir con mi hermano.”
“Las autolesiones pueden aparecer como un modo de controlar el sufrimiento. Además, dejan marcas y cicatrices… de esa manera, escriben historia, dejan constancia. Poner en palabras el dolor es fundamental”, María Zysman, psicopedagoga y directora de Libres de Bullying.
“Extrañaba a mi novio, de noche era un tormento, tenía miedo, entonces, fui al quiosco y compré un cutter para cortarme. Así fue como empecé, también me cortaba las venas con hojas de afeitar, no eran heridas profundas, pero sangraba, eran cortes pequeños. Sin embargo, un día, agarré un cuchillo y me quise matar delante de mis sobrinas.
Mi cuñada me invitó a la Universal, pero después, dejé de ir. Conocí a otro hombre y me volví adicta a él. No me di cuenta lo mal que estaba hasta que se ahorcó en su cuarto. Trataba de consolarme, iba al cementerio y escribía mi nombre al lado del suyo.
Después mataron a un amigo y a su familia, los quemaron vivos, sentí que me volvía loca. Me sentía impotente, tenía miedo, me encerraba aún más y me seguía lastimando.
Hasta que decidí buscar la ayuda de Dios, no fue fácil, pero logré perdonar, superar todo lo que había pasado. Hoy tengo buena relación con mis padres. Ya no tengo problemas espirituales, ni necesito cortarme”.
Si ya no soporta vivir así, pidió ayuda y nadie pudo dársela, es momento de que busque a Dios, acérquese al Templo de la Fe, Av. Corrientes 4070 – Almagro o a la Universal más próxima este domingo a las 9:30 h. Haga clic aquí y vea las direcciones de las iglesias.