Efectivamente,parece que el mundo está al revés. Lo correcto es incorrecto y lo incorrecto es correcto, y lo que antes se consideraba una conquista, ahora sirve como castigo.
¿De qué estamos hablando?
Bueno, aquí podríamos mencionar varias cuestiones que invirtieron sus conceptos en las últimas décadas. Pero vamos a destacar solo una: el matrimonio.
Hubo una época en donde los jóvenes soñaban con casarse, construir una familia; y para eso se esmeraban, trabajaban, transpiraban la camiseta, especialmente los muchachos. Ellos debían ser un buen partido para conquistar a la pretendiente, a su futura esposa. La muchacha, a su vez, comenzaba a preparar su ajuar desde muy joven, ella debía estar prevenida para cuando apareciera su pretendiente.
Hoy, lo que antes se consideraba como un premio, es utilizado como un castigo en los tribunales. No, no es una broma.
Fue exactamente eso lo que sucedió en Texas, en los Estados Unidos. Después de involucrarse en una pelea con su ex novia, el joven Josten Bundy fue arrestado, llevado ante el tribunal y condenado a casarse con ella dentro de los 30 días.
¿Castigo?
En esto podemos ver cómo el matrimonio perdió su valor y cómo su verdadero significado ha sido distorsionado por la sociedad. Si los propios magistrados ven al matrimonio como un castigo, ¿qué se puede esperar de un ciudadano común?
Sin embargo, al contrario de lo que algunos piensan, el matrimonio no es una invención humana. Él fue constituido por Dios y es a partir de esa unión sagrada que se constituye una familia y es la base para una sociedad saludable.
Bíblicamente, el matrimonio tiene un fondo estrictamente espiritual. La esposa representa a la Iglesia, mientras que el marido, al propio Señor Jesús.
“El matrimonio es un compromiso de palabra. La palabra de honor, tanto de la parte de él como de ella. La pareja, que hasta el momento vivía separada, jura en el altar con la presencia de los testigos y, sobretodo, ante Dios y allí el juramento es sacramentado”, explica el obispo Edir Macedo.
El Señor Jesús dijo:
“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Marcos 10:7-9)
Pero, lamentablemente, las personas transformaron al matrimonio en una ceremonia puramente social, cuya función es llamar la atención con su glamour. “Pero cuando hay seriedad, honradez, lealtad (cosas difíciles de ver en los días de hoy), entonces hay lealtad de uno para con el otro”, destaca el obispo.
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