El brasileño Bruno Hernández forma parte de las estadísticas de los jóvenes que se embriagan. Pero, así como muchos, él aprendió con el sufrimiento que la combinación entre bebida alcohólica y conducir no es aconsejable y está directamente conectada al peligro.
En noviembre de 2013, cuando Bruno tenía apenas 23 años y era estudiante del curso de marketing y negocios en Canadá, él decidió, en el restaurante donde trabajaba como mozo, ingerir un poco de bebida alcohólica antes de finalizar su horario de trabajo.
Al irse conduciendo su automóvil, y con una amiga en el asiento del pasajero, él sufrió un accidente grave de tránsito, que lo dejó en coma y casi llevó al joven a la muerte. Bruno estaba por encima de la velocidad permitida en el lugar y sin cinturón de seguridad.
Solo 5 meses después del accidente su familia pudo llevarlo de vuelta a Brasil. Él no podía hablar ni caminar. Poco a poco fue recuperándose. Hoy, Bruno utiliza esa mala experiencia para ayudar a otras personas. A través de sus declaraciones en conferencias, él busca concientizar y alertar a otros para que no cometan el mismo error.
Aléjese de las influencias malignas
Constantemente los medios dan noticias de casos de embriaguez. Algunos sobreviven, como Bruno. Pero otros no tienen la misma oportunidad. Por eso, no es necesario esperar que lo peor suceda para reflexionar y solo así buscar la transformación. Es necesario cambiar las actitudes mientras hay tiempo. Joven o no, sea prudente y evite situaciones de riesgo, ya sea en el tránsito o en cualquier otro ámbito de la vida.
Solamente fortaleciendo la fe es posible discernir qué actitudes son susceptibles a riesgos. Según el obispo Macedo, Dios enseña, por medio de Su Palabra, la obediencia, y es eso lo que Él espera de cada uno. “¿A usted le gustaría que sus hijos le llamaran padre o madre, pero hicieran todo lo que el vecino manda? ¿A usted le gustaría que ellos hicieran las cosas equivocadas que los amigos hacen? Así es Dios”, dice el obispo.
También, según él, cuando una persona comete un pecado, ella queda en deuda con el diablo. Porque él es el creador del pecado y pasa a tener dominio sobre la vida de esa persona. “Solo hay una Persona que puede librar a uno de esa deuda, que es Jesús”.
Cuando hay arrepentimiento con respecto a alguna actitud, es necesario confesar a Dios su pecado y cambiar. “Cuando la persona confiesa sus pecados y los deja, entonces, Jesús viene y borra todo, y el diablo pierde la autoridad sobre ella”, destaca el obispo.
Siempre hay tiempo para arreglar su vida con Dios y vivir una vida recta en todos los sentidos. Por eso, si usted necesita librarse de algún pecado y estar cerca del Altísimo, participe de una reunión en la Universal y entienda cómo es posible que Jesús cambie su vida.
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