Muchos dicen que el matrimonio es bueno porque nunca hubo traición.
Pero viven una relación en la que no hay diálogo, admiración, esfuerzo por estar juntos, cuidado, respeto, deseo de agradarse mutuamente, compañerismo…
Son tantas lagunas, tantas ausencias, que en ese matrimonio lo único que no hubo fue “traición”, porque todo lo demás falta en esa unión.
El silencio durante las comidas, por ejemplo, es una señal evidente de distanciamiento — no solo de intereses, sino también de propósitos y sueños. Al fin y al cabo, cuando dos personas que dicen amarse están juntas y, aun así, no intercambian palabras, no demuestran cariño, gentileza, atención ni pequeños gestos de cuidado, esa ausencia difícilmente puede llamarse amor.
Entonces, ¿no es mejor repensar los parámetros de lo que es bueno y de lo que es malo?
¿No es mejor ver ahora las señales evidentes que muestran que la vida en pareja está solitaria e infeliz?
¿No es mejor buscar ayuda en Dios ahora, que esperar a que la relación termine definitivamente?
La forma y el momento en que decidimos tratar los problemas determinarán cuán pronto saldremos de ellos.
Nubia Siqueira