“¡Él es un niño grande!” Esa frase es muy utilizada cuando se conoce a alguien que actúa como un niño, alguien que está siempre jugando y llevando los problemas y situaciones de una forma ligera, y a veces, inclusive pura. Pero ¿hasta dónde esto beneficia a un adulto?
Para la psicóloga Tatiana Ades, es saludable que el adulto pueda ser un niño. “El adulto debe ser un niño siempre. El lado lúdico debe existir incluso para que logre ser transparente y flexible. Sin embargo, no podemos confundir su lado de niño con infantilismo e inmadurez.”
Es un hecho que la niñería no puede dar lugar a la falta de madurez. “Un adulto infantil e inmaduro será un eterno fanfarrón, no enfrentará la vida con seriedad y no conseguirá crear límites sólidos e importantes en su vida adulta. Lo importante es ser un niño en la medida justa, reconociendo la necesidad de límites entre el lado infantil benéfico y el otro excesivamente maléfico”, enfatiza Tatiana.
Parece antagónico, pero es posible tener momentos infantiles sin llevar eso hacia el mundo adulto. “Para conseguir ser niño, sin dejar la responsabilidad de lado, es necesario tener conciencia de que la vida es un proceso continuo y que no podemos saltear etapas como tampoco quedar atados al pasado. El adulto necesita siempre autoanalizarse para reconocer sus límites y su lado infantil saludable.”
Madurez de adulto, esperanza de niño
En la fase adulta, ser un niño en todo, puede influir negativamente en su relación con el mundo. “En el caso que un adulto se establezca en la fase infantil y no crezca emocionalmente, tendrá conflictos con él mismo y con los demás, ya que la inmadurez lleva a la falta de límites, impulsividad y a una vida sin reglas”, destaca la psicóloga.
Tatiana explica que hay consecuencias buenas y malas al ser un “niño grande”. “El lado bueno, comprende ser feliz – ya que es capaz de ver el lado lúdico de la vida, al no vivir tan serio y estresado todo el tiempo – y ser una persona más dócil. Mientras que el lado perjudicial implica falta de disciplina, responsabilidad y madurez emocional; todo lo necesario para que el adulto sepa lidiar con todas las cuestiones del día a día.”
Es importante también resaltar que el adulto debe tener una visión de lo que es estar en esta fase. “La vida no puede ser un parque de diversiones, necesitamos tener consciencia de que saber vivir es saber madurar y lidiar con situaciones difíciles, y no huir de éstas. Es necesario enfrentar la vida con la madurez del adulto y la esperanza de un niño”, finaliza Tatiana.