Andrea Fleitas tuvo la oportunidad de viajar dos veces al Templo de Salomón y relata lo grandioso que es estar en ese lugar porque allí se comprende la grandeza de nuestro Dios.
“Viajé dos veces, en 2014 con el Proyecto Godllywood y en el 2015 con la FJU. Yo tenía una expectativa, sabía que era enorme el Templo de Salomón, pero cuando llegué, superó mis expectativas. Recuerdo que me caían lágrimas de mis ojos de la felicidad de estar en ese lugar.
Ir hasta el Templo de Salomón fue un sacrificio porque no tenía trabajo en ese momento, pero me esforcé para ir y la experiencia valió la pena. Participar de las reuniones fue maravilloso, es inexplicable estar allá.
La segunda vez que fui, la experiencia fue diferente, todos íbamos con un solo objetivo, volver de manera diferente, porque nos habíamos preparado con el objetivo de salir renovados y así sucedió. Puse lo mejor de mí para que ese momento fuera único y así lo fue.
Recomiendo ir al Templo de Salomón, es un sacrificio, pero vale la pena porque es una experiencia incomparable con Dios”, afirma sonriendo y con un brillo en sus ojos.
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