La parálisis es una pérdida o disminución de la motricidad o contractilidad de uno o varios músculos debido a lesiones en el sistema nervioso o en los músculos. Puede ser total o parcial dependiendo del nivel de daño. Ante un cuadro grave de pérdida de la función muscular no siempre se logra que retorne completamente a la situación anterior, ni con tratamiento especializado. En caso de que la parálisis sea temporal o permanente, afectando un área localizada o generalizada, se puede realizar un tratamiento para descubrir la extensión de las incapacidades físicas y mentales y reducirlas al mínimo posible. La rehabilitación, en estos casos, previene la rigidez y la atrofia muscular.
Muchas personas se recuperan parcialmente, pues las terminales nerviosas dañadas no pueden recomponerse lo que provoca secuelas que los acompañan el resto de su vida. Candelaria Maidana sufrió un accidente que le dejó paralizado la mitad de su cuerpo, paulatinamente se fue recuperando, pero su brazo y su boca tenían secuelas del accidente. No podía vestirse sola ni sonreír porque la boca se le iba de lado, se sentía inútil para con ella misma y para poder cuidar a sus hijos. Esta situación la llevó al extremo de pensar en suicidarse porque creía que iba a estar así de por vida, sin embargo, recibió una invitación que la llevó a recuperarse al 100% en menos de un mes. Conozca su historia:
“Hace seis años llegué a la iglesia enferma, mal, depresiva. Recuerdo que tenía problemas con mi esposo, dificultades económicas y a mis hijos enfermos. Uno estaba enfermo de los pulmones y el otro del habla. Era una lucha constante, al mayor lo internaban frecuentemente y decían que debían realizarle un trasplante de pulmón. Me sentía impotente.
Encima me chocó una moto y me produjo una parálisis de la mitad de mi cuerpo. Me preguntaba para qué vivir más, si dependía de otra persona, necesitaba que mi esposo me ayudara a vestirme y vivía celosa, paranoica, la desconfianza me enfermaba. El peor momento fue cuando discutí con mi esposo y le dije que me iba a ir de casa así me mataba. Salí a la ruta y dije que ese día se terminaba todo, pero pensé que tenía que haber una salida, no podía dejar a mis hijos enfermos porque estaba segura de que mis hijos se quedarían solos, eso me detuvo.
Al tiempo, una prima me invitó a la Universal, yo estaba tan mal que me llevó un día viernes a la iglesia. Entendí lo que Dios podía hacer con mi vida y volví bien, con paz, con amor, pude dormir y me levanté al otro día con ganas de limpiar toda la casa. Hacía años que no tenía ganas de hacer nada. Dije que tenía que volver a ese lugar, para estar mejor. Perseveré y en menos de un mes me curé de la secuela que me impedía movilizarme normalmente. Podía caminar, pero no podía mover el brazo ni para vestirme y al reírme se me iba la boca a un costado. Todo cambió en todos los sentidos, mi matrimonio está bien, mis hijos están sanos y económicamente estamos bien, era imposible pensar que podría llevar una vida normal”.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro
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