Mirta Pinto fue víctima del nerviosismo debido a los abusos que sufrió por parte de familiares y porque a los 7 años había comenzado a tomar junto a su padre. “Fue un trago hoy, un trago mañana y así me volví alcohólica, a los 12 años regresaba ebria a mi casa. Tenía muy malas compañías y mi mamá en la desesperación de verme así solo me maldecía”.
Ella quería demostrar que iba a salir adelante, estudiaba, trabajaba, pero de repente a los 17 años un embarazo hizo peligrar sus sueños. “Me había vuelto una mujer muy orgullosa y no quería tener hijos porque tenía traumas de la infancia. Entonces dejé a mi hijo en Misiones y viajé a Buenos Aires. Conocí a mi esposo pero no me quería casar, entonces nos fuimos a vivir juntos”, cuenta.
Los problemas con su pareja no se hicieron esperar, los celos y las peleas se hicieron constantes. “Sentí lo que era sufrir de verdad porque él me maltrataba psicológicamente, con sus palabras me hería. Discutíamos por los celos, yo quería manejar la situación”, reconoce ella y destaca que buscó ayuda en los espíritus.
Su pareja fue el primero en llegar a la Universal porque estaba desempleado. Ella tenía hipertiroidismo, temblaba, pesaba 45 kilos, tenía alcohorexia, y, golpeaba y traicionaba a su pareja. No reconocía que necesitaba ayuda.
“Cuando fui a la iglesia empezó a salir un peso de mí, el odio y el rencor se fueron, me sentí diferente pero por años no me entregué a Dios hasta que finalmente me arrepentí de la vida de infidelidad y alcoholismo que había llevado, decidí cambiar y fui libre de todo. Ahí Dios cambió todo en mi y transformó mi vida por completo”.
[related_posts limit=”17″]