La orden del Faraón era que mataran a todos los bebés que nacieran de sexo masculino (Éxodo 1:22). Sin embargo, la madre de Moisés lo escondió durante 3 días. Pero después no pudo mantenerlo escondido, por eso tomó la decisión de colocarlo dentro de una canasta en el río, para evitar que lo mataran (Éxodo 2:1-3).
La hermana de Moisés se quedó en la orilla del río para saber qué sucedería con su hermano. La hija del Faraón descendió al río para lavarse, lo encontró y le tuvo compasión. Inmediatamente la hermana de Moisés se ofreció para buscar una nodriza para cuidar al bebé, y fue autorizada. Así, ella trajo a la madre del niño para que lo amamantara y lo cuidara (Éxodo 2:4-10).
Coraje y confianza
La madre de Moisés no tenía muchas opciones: confiaba en Dios para salvar a su hijo o corría el gran riesgo de que lo mataran.
Fue necesario que tuviera coraje. No debe ser fácil colocar a un hijo en una canasta y dejar que sea llevado por la corriente de un río. En la Palabra no dice cómo se sintió ella al hacer eso o qué hizo después. Imagínese lo que debe haber sufrido y llorado.
Confiar en Dios no es solamente decir que se confía, sino tener actitudes que demuestren eso.
A veces, sabemos lo que tenemos que hacer, sabemos que Dios bendecirá, abrirá las puertas, pero no tenemos coraje para ir adelante.
La madre de Moisés no tenía opción. Ella confió en Dios y entregó, literalmente, a su hijo en Sus manos, sin saber lo que sucedería, ni si sobreviviría. Sin embargo, tenía que intentarlo.
Dios le fue fiel. En poco tiempo, allá estaba nuevamente con su hijo en brazos, amamantándolo, educándolo y encima ganando dinero por eso, sin que él corriera riesgo de muerte.
Haga como ella, confíe en Dios y tenga coraje. Solamente así Él le mostrará el camino correcto y traerá la bendición tan esperada.