En el mundo animal es normal marcar territorio. El macho alfa disputa el poder con otro macho a través de peleas.
Por eso y por la falta de decencia, muchas personas apoyan el deporte llamado peleas de gallos. Como la naturaleza determinó que solo puede haber un macho en el gallinero, los aficionados a esta crueldad ponen a dos gallos dentro de un ring (también conocido como coliseo de gallos) y se pelean, muchas veces, hasta llegar a la muerte para el deleite de los que aprecian la violencia gratuita y satisfacer la ganancia de los apostadores de la sangre ajena.
Es un mal uso que el hombre hace de la naturaleza y de la ley de defender o marcar el territorio. Hay quienes digan que el animal no lleva ese disgusto a casa, pero solo es un animal y no entiende ese concepto. Él sigue su instinto, porque no tiene la inteligencia como la del ser humano para discernir.
Actualmente, el ser humano no está haciendo uso de esta inteligencia. En el mundo del «hombre animal» se vuelve más común pagar mal con mal. Si lo ofenden, quiere ofender en voz alta; si lo bloquean en el tránsito, quiere pagar con la misma moneda, empeorando aún más lo que ya es caótico, justamente por las lamentables actitudes de los conductores, peatones, motociclistas, etc.
Sin embargo, esta sed de venganza está en el interior de millones de hombres que no pueden generar buenos frutos, al contrario, uno quiere hablar más fuerte que el otro, uno quiere ser más «hombre» que el otro, incluso llegan a pasar situaciones trágicas.
Claro, puede ser muy difícil no enojarse cuando vemos algo que está mal o cuando nos enfrentan. ¿Pero vale la pena responder un error con otro error?
Si no buscamos el equilibrio en el Espíritu Santo, realmente es difícil controlarnos, porque confiamos demasiado en nosotros mismos en situaciones que superan nuestra capacidad. «Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor», Jeremías 17:5, enseñó el proprio Dios.
Un hombre debe ser capaz de defender a su familia y a sí mismo cuando viva una situación extrema. Él debe buscar aprender eso, en lugar de creerse algo y comenzar una pelea que le traerá problemas. Debe actuar proporcionalmente y sin exageraciones, como vimos (y mencionamos aquí) recientemente en el lamentable caso del actor Will Smith, que cacheteó a su compañero públicamente. Él pagó el precio de un mal chiste con otra mala actitud, una cachetada, pero él mismo salió, metafóricamente, cacheteado.
No importa que el que lo ofendió crea que usted es débil por no pagar con la misma moneda. Y, posiblemente, sea eso lo que crea. Lo que importa es lo que Dios ve en su interior y no lo que el otro piensa de usted.
El hombre inteligente no se deja engañar por el orgullo o por la venganza, sino que usa la razón antes de actuar y sigue las enseñanzas bíblicas: «No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor», Romanos 12:17-19.