¿Cómo reacciona en periodos de crisis y dificultades económicas? ¿Se arremanga la camisa y enfrenta los problemas, aunque parezcan imposibles de solucionarse, o se rinde y se conforma con la situación de derrota?
El hecho es que los acontecimientos actuales hacen que muchas personas abandonen sus proyectos: los estudiantes se desaniman con respecto a las perspectivas de la carrera elegida, los empresarios piensan en abandonar lo que lograron con dedicación y los trabajadores temen por el futuro de sus profesiones.
Sin embargo, existe un atributo indispensable para el que desea vencer en la vida económica y profesional: la perseverancia. De acuerdo con el diccionario, este término significa: cualidad del que persiste, que tiene constancia en sus acciones y que no se rinde ante las dificultades, es decir, perseverar es lograr los objetivos manteniéndose firme y fiel a sus ideas y a sus propósitos.
Independientemente de sus ideales, lo cierto es que estos no se alcanzarán en “bandeja de plata” y que usted enfrentará desafíos para alcanzarlos y mantenerlos. Sin embargo, es necesario comprender que solamente el que persevera conquista, como ejemplifica el pasaje bíblico de Hebreos 10:36 “… porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.”
Esto es válido para todas las áreas de su vida, porque la promesa de Dios no se limita a las conquistas materiales y terrenas, sino que abarca también la Salvación del alma, que es la riqueza más grande que alguien puede alcanzar. Ella, sobre todo, exige perseverancia, como afirmó el Señor Jesús al decir: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mateo 24:13).
Dude de las dudas
Cuando la persona persevera, demuestra la confianza que deposita en Dios. En otras palabras, aunque sus ojos físicos vean las dificultades momentáneas, la fe logra ver la victoria que está determinada para el futuro. Esa es la certeza que genera la perseverancia, mientras que la duda lleva a la persona al fracaso.
En su blog, el obispo Edir Macedo escribió que la duda y el miedo trabajan contra la voz de la fe y de la valentía y que por eso es necesario dudar de esos sentimientos. “Dudar de la duda es dudar de la fuerza del mal. Cuando él dice: ‘Cuidado, eso puede salir mal. No resultó bien con fulano’, etc., la respuesta inmediata debe ser: ‘Si Dios es conmigo, ¡quiero ver con mis propios ojos que Él es conmigo!’ Y, entonces, ir a fondo, sin miedo. Esta batalla con la duda es trabada interiormente y es precisamente allí donde se define la victoria”, afirmó.