“Y aconteció que tres días después Le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.” Lucas 2:46
En un viaje, de regreso a casa de un lugar extraño, ¿usted dejaría atrás a su hijo de tan solo 12 años de edad? ¿Cómo, entonces, Jesús pudo haberse perdido cuando aún era un niño? ¿María y José serían padres irresponsables?
La Biblia dice que, después de viajar a Jerusalén, Jesús se alejó de Su familia y solo reapareció 72 horas después. Sin embargo, María y José, en ningún otro momento bíblico se muestran tan descuidados al punto de poner la vida de su hijo en riesgo.
Para entender lo que sucedió, es necesario saber que el mundo de hoy no es el mismo de aquellos tiempos.
¿Cómo era Jerusalén?
Hace 2 mil años, Jerusalén era la capital de Palestina, sede del Gobierno nacional y centro de la vida religiosa del país. Abrigaba alrededor 70 mil habitantes, ese número que se multiplicaba por los viajeros y comerciantes que pasaban por allí.
En época de Pascua, se sumaban a los habituales frecuentadores de la ciudad, miles de otras personas. Llegados de ciudades e incluso de países vecinos, se dirigían al grandioso Templo de Jerusalén para celebrar la Pascua.
Cercada por murallas y valles, Jerusalén no era capaz de proporcionar una protección en sus alrededores. Las ciudadelas y calles que cercaban la capital, en el transcurso del gran número de visitante que allí pasaban, estaban inundadas por pandillas de delincuentes. Un viajero podría ir a Jerusalén solo, pero sería muy imprudente. Especialmente el que llevara a su esposa e hijo.
Por eso José y su familia acompañaron las caravanas.
¿Cómo eran las caravanas?
Teniendo en cuenta que no era seguro viajar a la capital solo y que muchos iban hacia allí, la mayor parte de los inmigrantes elegía la compañía de caravanas. Allí, los líderes guiaban a la población hasta Jerusalén, mediante un previo acuerdo.
Las innumerables caravanas se formaban de acuerdo al lugar de salida, intereses, amistades y lazos familiares, entre otras cosas. Y durante el recorrido, se iban agregando otras personas que tenían el mismo destino y se ponían de acuerdo con el líder de la caravana.
No todas esas personas tenían un lugar de alojamiento en Jerusalén. Algunos se quedaban en casa de parientes o amigos, otros acampaban. Hay estudiosos que creen que la familia de José se hospedó en la casa de parientes de María, aunque la Biblia no sea específica al respecto.
Es de suponer que, en medio de tanta gente, integrante y no integrante de la caravana, se formara un intenso desorden. Hasta que la caravana partiera de Jerusalén, la confusión era extrema. Y, antes incluso de partir en viaje, ya habían allí posiciones a ser respetadas.
Los hombres iban adelante, cantando y tocando sus instrumentos. Enseguida, venían los ancianos y las mujeres. Y los niños eran libres para circular entre la población. Unos caminaban más atrás, y otros corrían adelante de la caravana para llegar antes que todos al punto de llegada.
Por lo tanto, José y María no perdieron a Jesús por irresponsabilidad, sino porque era común que los padres estén alejados de sus hijos. Sería probable que José creyera que el niño acompañaba a Su madre y también sería probable que María pensara que Jesús iba con Su padre, adelante. Los dos también podían creer que Jesús estaba entre las centenas de personas de la caravana, como los niños hacían.
Solo se dieron cuenta que Él faltaba cuando llegaron al punto de llegada y no Lo encontraron. En este momento, volvieron inmediatamente para buscarlo, encontrándolo cuando Él discutía con sus doctores en el Templo, como dice la Biblia.
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