Si la debilidad de las mujeres está en ser excesivamente emotivas, la de los hombres está justamente en la constante necesidad que tienen de parecer fuertes. Cuando tienen problemas, no piden ayuda porque consideran que haciendo esto estarán demostrando debilidad.
Y esta es una de sus mayores debilidades, el orgullo masculino. Es por él que la mayoría de los hombres es incapaz de reconocer un error propio y cambiar. Esta es la razón por la cual el número de suicidios en el mundo es mayor entre los hombres, simplemente porque están muriendo por dentro, pero se niegan a pedir ayuda.
Son débiles justamente cuando piensan que son fuertes. Ser un hombre fuerte no significa no tener debilidades, sino saber identificarlas, reconocerlas y trabajar para protegerse de las mismas.
En la Biblia, en 1 Corintios13:11, el apóstol Pablo habla de dos fases distintas en la vida de un hombre:
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.”
“Esas cosas de niños son las que han debilitado a muchos hombres hoy en día. Muchos hombres aún no han renunciado a las cosas de niños. Son hombres físicamente, pero, sus actitudes aún cargan muchas cosas de su niñez. Para que el hombre sea fuerte debe dejar las cosas de niño”, destaca el conductor y disertante Renato Cardoso.
Él menciona 3 cosas adquiridas en la infancia que debilitarán al hombre en su adultez:
Ellos aprendieron que el hombre no llora:
Aquí está el origen del orgullo masculino y la razón por la cual no piden ayuda cuando tienen problemas. Prefieren guardar el sufrimiento para sí en vez de agachar la cabeza y pedir ayuda. No es casualidad que cuando una pareja tiene un problema en la relación casi siempre es la mujer quien pide ayuda, mientras que el hombre ni siquiera reconoce que existe un problema en la relación.
Adquieren el hábito de mentir:
Mentir forma parte de la naturaleza humana. El niño desarrolla el hábito de mentir por miedo al castigo, y cuando se da cuenta que funciona, que él logra, (por lo menos temporalmente) posponer el castigo, mentir se convierte un hábito natural. En el caso del hombre, cuando llega a la adultez, comienza a utilizar esa misma herramienta para “escapar” de tener problemas con su mujer. Pero lo que él no se da cuenta es que, aunque la mentira parezca ser posiblemente la mejor “solución” para librarse de una discusión, la misma será la responsable de destruir la confianza de su esposa, causando un mayor daño en la relación.
Esta es mi manera de ser:
Cada vez que él se enfrenta un impasse, utiliza esta frase como última carta. Simplemente él no quiere cambiar y se justifica diciendo que es su manera de ser, por lo tanto, no hay nada que hacer. Una típica actitud de niño.
“En cualquier parte del mundo, en cualquier área, tenemos que buscar evolucionar. Nosotros estudiamos durante años, hacemos cursos, nos perfeccionamos porque sabemos que si no lo hacemos quedaremos atrás y eso afectará nuestro bolsillo. Nosotros, los hombres, entendemos muy bien ese concepto profesionalmente, pero cuando se trata de nuestro carácter, de nuestra relación, nos jactamos con orgullo masculino y decimos: ¡Esta es mi manera de ser!”
Y el tiro sale por la culata. Contrariamente a lo que piensa, el hombre se vuelve débil, se estanca y no se desarrolla como ser humano ni como marido, simplemente porque no está abierto a nuevas posibilidades.
Renato va más allá: “La situación es tan grave que hoy muchos niños se están convirtiendo en ancianos sin jamás haber sido hombres. Porque no abandonaron las cosas de niño. Usted asumió posiciones de gente grande, pero aún actúa como niño.”
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