A fines del mes de julio, una publicación en Facebook fue viral. La misma mostraba fotos de una persona agredida. Fue el miércoles 29. Sin tiempo para festejar su cumpleaños, porque tenía que trabajar, la empresaria Adriana Aranha, de 46 años, fue al almorzar con su marido, Marcio José Silva, de 38 años, a un restaurante en el barrio de Ipiranga, en la región sur de San Pablo, Brasil.
Según ella, que tiene una prótesis en la rodilla y dificultad para caminar, al llegar al lugar, el matrimonio trató de estacionar el auto en frente al establecimiento en un lugar de libre estacionamiento público, pero el valet parking del lugar se cruzó bruscamente manejando otro auto y les dijo que no podrían estacionar ahí. Adriana decidió avisarle al gerente para que eso no les suceda a otros clientes. “Como yo lidio con el público, discretamente, lo busqué para que orientara al empleado”, cuenta. Al hablar con el hijo del dueño del establecimiento, él respondió rápidamente diciendo que confiaba en el profesional.
La empresaria respondió afirmando que no almorzaría más allí. “En la salida, un señor que estaba en la puerta le preguntó qué había sucedido. Después me enteré que era el dueño del restaurante. Él dijo: ‘Pueden irse, ustedes no son bienvenidos aquí con ese pelo rosa y esos tatuajes’. No creí lo que me había dicho.” Y si, Adriana se sorprendió, pero quedaría más perpleja. “Mi marido me ayudó a entrar al auto y, antes de que él también pudiera entrar, fue agredido por el valet parking, el dueño del lugar y sus hijos. Cuatro personas pateando a mi marido en el suelo, una cobardía”, relata.
Con dificultad, Adriana salió del auto para ayudarlo, pero el daño ya estaba hecho. “Yo también los golpee y me defendí con el bastón. Le hicieron tres puntos a mi marido en la ceja, se le astilló un diente y tuvo heridas en todo el cuerpo”, revela. El dueño del restaurante, Luiz Antonio Sampaio, dijo que solo se defendió y niega haber actuado con prejuicio. “Mis cocineros están tatuados. Incluso, el otro día, uno de los mozos estaba con el pelo amarillo.”
Falta de respeto
Agredir a alguien simplemente porque es diferente es un paso hacia la intolerancia. Lo que más indigna en esta situación es la falta de respeto al prójimo. Al afirmar que tenía empleados tatuados, el dueño del restaurante trató de justificarse, pero solo enmascara un prejuicio que se acerca a otros como el de género y el étnico. Atacar físicamente, empeora la situación y plantea otra pregunta: ¿Dónde irá a parar la humanidad con esta actitud? ¿Aceptar al otro es tan difícil? Se debe recapacitar sobre estas acciones, de lo contrario, entraremos en una barbarie, en un camino sin retorno.
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