Cristina Giménez vivía triste, a los 13 años comenzó a padecer depresión y ese problema la afecto el resto de su vida hasta que fue libre de los problemas gracias a la fe en el Dios Vivo.
“A medida que crecía todo se me cortaba y eso me hizo ser una persona agresiva. Tenía nerviosismo, miedo a la oscuridad, fobias, escuchaba ruidos extraños, sufría con terribles dolores de cabeza y no podía dormir si no era a base de pastillas.
En lo económico también estaba mal, no había dinero, por lo que no podía alimentar a mis hijos. Además estaba enferma, tenía un tumor en la cabeza que me trajo complicaciones, también sufría por la fiebre reumática y por un tumor en un ovario.
Estaba tan mal que quería terminar con mi vida porque no soportaba seguir así. Recuerdo que intenté suicidarme en tres oportunidades, la primera vez intenté quitarme la vida cortándome las venas, la segunda, clavándome un cuchillo en el cuello y la tercera, tomando pastillas”, comenta.
La desesperación la hizo buscar ayuda para salir de esa situación en la casa de los espíritus, sin embargo, la situación no mejoraba, incluso comenzó con ataques de nervios y enfermedades que no tenían un diagnóstico preciso. Encima su hija no caminaba ni hablaba, realmente era una situación delicada la que enfrentaba.
En esos momentos se acercó a la Universal y comenzó a participar de las reuniones, así descubrió el poder de la fe y se lanzó en las manos de Dios para alcanzar un cambio total de vida. “Participando de las reuniones de viernes y domingo, y de la Hoguera Santa con constancia logré ser libre de todo lo que me angustiaba. Gracias a mi manifestación de fe en el Altar Dios me libró de los tormentos espirituales y me sanó a mí y a mi hija. Mi familia fue bendecida y económicamente estamos bien. Puedo decir que el sufrimiento y la depresión ya no forman parte de mi vida porque hubo una transformación completa”.
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