La violencia de género abarca todas las formas de violencia que se ejercen desde el hombre hacia la mujer debido a su género, como por ejemplo el tráfico, abuso y explotación sexual de las mujeres, el acoso laboral, la mutilación genital, etc.
La violencia doméstica incluye todas las formas de conducta abusiva ejercidas por uno o más miembros del grupo familiar contra otro u otros miembros de esa familia. La violencia ocasiona a la víctima daños, pérdidas y malestares.
Existe una direccionalidad reiterada desde los más fuertes hacia los más débiles. En general se ha delimitado a cuatro categorías fundamentales: el abuso hacia los hijos, los ancianos, los padres y hacia la pareja.
En la violencia de pareja la mujer suele ser víctima y el agresor generalmente es el hombre. La violencia de pareja tiene lazos importantes con la violencia de género, de allí que puede deducirse que mayoritariamente las víctimas son mujeres. Ellas viven una gran dependencia y posesividad de parte del hombre.
Cuando hay violencia de pareja existen conductas violentas y coercitivas que dejan a la mujer aislada, controlada y manipulada por su pareja. Suele observarse que son conductas crónicas, recurrentes y repetitivas. Pueden producir daño físico, psicológico, económico y moral.
La autoestima de la mujer disminuye con el maltrato y cada vez tiene menos capacidad para defenderse, incluso naturaliza los agravios y llega a creer que los merece. Puede sufrir violencia verbal, golpes, humillaciones o descalificaciones habituales y va perdiendo capacidad para reaccionar o siente temor. El temor es el mejor aliado del hombre abusivo.
Hoy se reconoce este problema como social y las mujeres tienen más recursos para denunciar, así como accesibilidad a diferentes lugares donde pedir ayuda. Hospitales, Comisarías y fundamentalmente el Ministerio Público Fiscal son espacios que reciben estas denuncias y ponen en marcha medidas de cuidado o legales para preservar a las víctimas.
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