En teoría, lo último que todo padre desea es tener que sepultar a un hijo. Las leyes de la naturaleza dicen que son los hijos quienes vienen a suceder a sus padres y por ese motivo son los que deberían continuar con la especie, sin embargo, la teoría está muy lejos de la práctica. En las últimas semanas, una serie de filicidios ha conmovido a la sociedad. Padres que en lugar de cuidar a sus hijos los matan, motivados por odio, deseos de venganza o arrebatos de violencia.
Venganza
El caso que más impactó ocurrió en Entre Ríos, cuando un hombre pasó a buscar a sus hijos por la escuela, le envió un mensaje de texto a su esposa diciendo “No vas a ver más a tus hijos” y luego, en la ruta, estrelló su auto contra un camión, provocando la muerte de uno de sus dos hijos.
El hecho ocurrió el pasado 20 de abril a las 17.30 en Concordia, Entre Ríos. Apenas 10 minutos antes, Juan Romero envió una amenaza por mensaje de texto a su exesposa y madre de sus mellizos, Agustín y Mateo. Cuando ella recibió el mensaje presentó una denuncia en los Tribunales de Concordia, pero ya era demasiado tarde, en ese momento, sus hijos ya estaban tirados en el asfalto de la ruta 14, a la altura del km 242, en las cercanías de la localidad de Puerto Yeruá. Romero se había lanzado al carril contrario en plena ruta, chocando el Chevrolet Corsa en el que viajaba junto a sus dos hijos de 7 años contra un camión Scania. Uno de los mellizos, Agustín, murió.
Según informó Mariano Bradanini, vocero de la empresa concesionaria de la ruta, Caminos del Río Uruguay, Romero (41 años) circulaba rumbo sur cuando, sorpresivamente, volanteó a la mano contraria y se estrelló casi frontalmente contra un camión Scania que transitaba rumbo al norte, con destino a la ciudad de Chajarí. El testimonio del camionero confirma que el auto embistió directamente al Scania. Los chiquitos salieron despedidos del auto y quedaron tendidos en la ruta.
Tras ser ingresados al Hospital Masvernat de Concordia en estado desesperante, Agustín falleció apenas llegada la noche. Tenía hemorragia cerebral, traumatismo encéfalo-craneano, hemorragias, edema cerebral y politraumatismos en todo el cuerpo. Los tres recibieron asistencia respiratoria mecánica.
Romero y la madre de los chicos estaban separados. El papá era el encargado de buscarlos por la tarde y llevarlos con la madre. Fue en esa instancia cuando decidió tomar venganza de ella y castigarla con la muerte de sus hijos, a la par que quitarse él la vida.
Días después, la reconstrucción del hecho realizada por el fiscal Darío Mautone, que investiga la causa, constató que Romero tenía posibilidades de evadir el camión. “Se nota claramente que había posibilidades de evadir el camión o de ir por la banquina pegado al guardarrail y pasar tranquilamente sin ningún tipo de problemas. Se sigue corroborando la teoría de la fiscalía: que es un homicidio”, afirmó.
Un hecho inexplicable
Una beba de dos meses fue asesinada por sus propios padres en un hostel de Córdoba Capital, una pareja de colombianos que la había dejado al cuidado del conserje del establecimiento para irse a bailar.
Era viernes por la noche y la mujer, de 28 años, y su pareja, de 29, salieron a bailar, dejando a su pequeña hija Oriana, de dos meses de edad, a cargo del guardia del hostel en el que se hospedaban hacía tiempo. Cuando volvieron, al amanecer, la nena lloraba mucho, pero ellos estaban entretenidos tomando algo en la vereda con unos conocidos. El conserje salió varias veces a avisarles que la beba lloraba hasta que ellos finalmente fueron a la habitación. Al rato aparecieron en el hall y dijeron que “parecía” que la nena estaba muerta. Una persona del lugar dio aviso a la policía.
El fiscal José Mana explicó a La Nación que ordenó de inmediato la autopsia y que, ante los primeros testimonios, caratuló el hecho como “abandono de persona” y detuvo a los padres. Veinte horas después, con el resultado de la necropsia, cambió la calificación: era un homicidio.
La autopsia reveló que Oriana murió por “asfixia por sofocación” con una bolsa de plástico en la cabeza.
“Mamá mató a mi hermana”
El pasado sábado 25 de abril, Rocío, una nena de 12 años, murió como consecuencia de un balazo que impactó en su cabeza. Según se sabe, su hermana, de 13, llamó al 911 para pedir ayuda en el momento en que se produjo el disparo.
Según se supo, la hermana de la chica muerta escuchó una discusión entre la madre y su hermana y luego el tiro. Entonces salió corriendo por el pasillo del PH en el que vive la familia y fue a la casa de su profesora de inglés, adelante, y contó todo. Fue entonces cuando dijo: “Mi mamá mató a mi hermana”.
Cuando retiraron detenida de la vivienda a Mirta Martínez, de 47 años, la madre de la nena muerta, estaba su hermana (tía de la nena) que le gritaba “asesina” a la vista de todos los vecinos presentes, según recogió TN en el lugar de los hechos. Aparentemente, los episodios de violencia eran frecuentes en la familia.
La acusada, Mirta Martínez, es oficial de la Policía Federal y prestaba servicio en la División Asuntos Jurídicos. En sus primeras declaraciones dijo que había tenido una discusión con su hija mientras miraban una serie de televisión, y que la chica se encerró en su cuarto y, con la pistola Browning de la Policía, se disparó en la sien. Pero su versión de un suicidio comenzó a desmoronarse a partir de las contradicciones en su relato de la sucesión de hechos, según informaron fuentes del caso.
Los orígenes de la locura
Estudios realizados en Suecia y Australia revelan que en el 85% de los casos de muertes de niños, los agresores son sus propios progenitores. El hecho se denomina “filicidio” y se clasifica en tres tipos.
En primer lugar se encuentra el filicidio altruista. En esta categoría se incluyen los casos de trastornos depresivos mayores, depresiones psicóticas e incluso psicosis. En la mayoría de los casos los agresores afirman que le han dado paz a su hijo. De hecho, las madres que cometen este tipo de actos coinciden en considerarse buenas madres, sin poder comprender cómo han podido cometer tal crimen. Los agresores alegan un profundo sufrimiento personal que les hace querer suicidarse y consideran, además, que no son capaces de dejar a sus hijos solos en el mundo sin ellos, por lo que suelen acabar con sus vidas antes de suicidarse.
En segundo lugar se define al filicidio por venganza. En esta categoría se hallan aquellos casos en los que un progenitor mata como forma deliberada de hacer sufrir al otro progenitor del menor. El caso en Entre Ríos podría encuadrarse en esta clasificación si se toma en cuenta el mensaje que el homicida envió a su exmujer antes de chocar con el auto.
Por último se encuentra el filicidio agudamente psicótico, que contiene casos en los que los motivos aparentes del agresor para cometer un filicidio no pueden ser explorados. En esta categoría se incluyen los casos en los que los padres matan a alguno de sus hijos bajo la influencia de alucinaciones, ideas delirantes o estados epilépticos.
Espiritualmente se encuentra otra explicación a estos hechos. El mal sabe mejor que nadie que la familia es la base de la sociedad. Por ese motivo destruye matrimonios, provoca la rebeldía en los hijos y, en casos extremos, hace que los padres maten a sus hijos y viceversa. La única forma de tener una familia feliz y protegida del mal es cuando se la entrega al Creador, por lo que es imperioso buscar la ayuda de Dios y trabajar con la fe para solucionar los problemas que puedan haber dentro del hogar.
En más de una oportunidad, Noemí Fernández tuvo ganas de matar a su hijo: “Salía a la calle con el más chico a buscar un lugar para enterrarlo vivo. Escuchaba una voz en mi cabeza que me decía que lo mate”, recuerda esta mujer, que encontró la salida para su sufrimiento en la Universal: “Me fui con mis hijos de la casa de mi expareja, estuve viviendo en Plaza Once con ellos durante una semana, pasé hambre, hasta que una mujer nos llevó para que vivamos en una habitación. Pasó el tiempo, conocí a mi actual marido, que también me golpeaba. Pensé en matarlo a él también para vengarme del daño que me hacía, pero en un momento él me invitó a la iglesia. Juntos empezamos a hacer las cadenas, a perseverar, creí que Dios podía cambiar mi vida y así sucedió. Me entregué por completo a Él, y no fue fácil, pero usé mi fe y todo el sufrimiento quedó atrás. Hoy amo a mis hijos y somos felices con mi marido, gracias a Dios”.
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