Una de las características más marcantes en la vida de los que tuvieron un encuentro con Dios es la transformación que experimentaron en la mente y en el corazón por medio de la sumisión a la voluntad de Dios.
Todo ser humano prioriza su propia voluntad y, cuando no lo hace, es porque desea alcanzar algo intensamente, lo cual termina volviéndose un “dios” para ella. Sabemos muy bien que somos fallos y fácilmente engañados por nuestros deseos e incluso por nuestras intuiciones; no somos capaces de juzgar correctamente, mucho menos de ser dioses, pero, aun así, lo intentamos.
El apóstol Pablo era un hombre muy inteligente, lleno de conocimiento. Sin embargo, cuando se cayó del caballo y reconoció la insignificancia de su mente, su primera actitud fue abandonar todo lo que sabía para rendirse a la voluntad de Dios.
Siempre estaremos divididos entre nuestra propia voluntad y la voluntad del Altísimo, y, dependiendo de la decisión que tomemos, alcanzaremos la paz o no.
«Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no andéis así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente…». Efesios 4:17
¿Vamos a buscar la mente de Cristo hoy? ¡Esto es mucho mejor que lo que hayas planeado hacer este día!