El domingo 10 de octubre, en el Templo de Salomón y en todas las Universal (verifique la dirección más cercana aquí), se realizará la Santa Cena del Recomienzo, que será una oportunidad para los que deseen recomenzar de cero sus vidas con Dios.
Tal vez usted piense de esta manera: “Si pudiera volver atrás, haría todo diferente”. Lamentarse por los errores del pasado no ayudará en nada. Lo que Le importa a Dios es que usted rehaga su voto con Él y comience a hacer lo que es correcto a partir de ahora.
El Salmo 51
En la Biblia, un gran ejemplo de esta experiencia fue el rey David. Por este motivo, se sugirió que a lo largo de este propósito usted lea el Salmo 51.
En universal.org.ar, meditaremos en este Salmo (dividiéndolo en dos partes) para ayudarlo a prepararse para la Santa Cena del Recomienzo.
Inicialmente, en el Salmo 51, David dijo: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a Tu misericordia; conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis transgresiones.” Salmos 51:1
En sus anotaciones de fe sobre la Biblia, el obispo Edir Macedo observa en este versículo: “Culpable. A los ojos del Altísimo, David era un transgresor. A causa de su pecado, él merecía la muerte, pero su confesión y su arrepentimiento atrajeron la benignidad, el perdón y la vida que viene de Dios”.
El salmista continúa: “Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado.” Salmos 51:2
“La humildad es la grandeza de la fe. Reconocer los pecados es el primer paso que la persona debe dar para encontrar el perdón Divino. David fue humilde para reconocer sus pecados y también sincero al confesárselos a Dios. Venció la vergüenza, el miedo de caer en descrédito con el pueblo y el desprecio, para entonces volver a tener un Pacto con el Señor. David sentía el alma inmunda y quería la limpieza proporcionada por la remisión de las transgresiones. Quien está en el pecado es afectado por manchas en el alma que solo podrán ser borradas mediante el genuino arrepentimiento”, añade el obispo Macedo.
Después: “Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí.” Salmos 51:3
Aquí, David, en lugar de buscar culpables o negar sus errores, reconoce que necesita de Dios.
“Asumió la responsabilidad. Otra evidencia significativa del arrepentimiento de David fue el hecho de no intentar disminuir su error culpando a los demás. Eso muestra que quien realmente está arrepentido no pierde tiempo dando excusas incoherentes, sino que toma providencias para alcanzar el perdón y cambiar”, explicó el obispo Macedo.
Por último: “Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de Tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas.” Salmos 51:4
Nos damos cuenta de que: “David fue héroe y villano. Durante su vida de fe, él probó altos y bajos. Tuvo comunión con Dios, pero también vivió amarguras con el diablo. Cedió ante el pecado y, por eso, su alma gimió. Quedaron registradas en las Escrituras no solamente sus victorias, sino también su fracaso, para que pudiéramos tomarlo como ejemplo y para que no cayéramos en el mismo error. Para que los salvos permanezcan con el nombre en el Libro de la Vida, es necesario que mantengan los valores de la fe: obediencia a Dios y renuncia constante”, finalizó el obispo.
Parte 2
En la segunda parte, reflexionaremos sobre el resultado del Salmo 51. ¿Qué más podremos aprender con este pasaje? No se lo pierda.
Lea el capítulo completo:
“Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de Tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas. Yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. Tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, haz que se regocijen los huesos que has quebrantado. Esconde Tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de Tu presencia, y no quites de mí Tu Santo Espíritu. Restitúyeme el gozo de Tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder. Entonces enseñaré a los transgresores Tus caminos, y los pecadores se convertirán a Ti. Líbrame de delitos de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación, entonces mi lengua cantará con gozo Tu justicia. Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie Tu alabanza. Porque Tú no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás. Haz bien con Tu benevolencia a Sión; edifica los muros de Jerusalén. Entonces Te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto y el sacrificio perfecto; entonces se ofrecerán novillos sobre Tu altar.” Salmos 51:2-19