Es con gran satisfacción que escribo sobre mi vida, sobre la época en la que me involucré con las drogas y sobre la manera en la que encontré esperanza y mi Salvación.
Tengo 33 años y soy profesional en el área de Radio, TV y Cine. Hijo de padres que siempre me amaron y lucharon mucho para ofrecerme lo mejor. Trabajé en Red Record, en Record News y Afiliadas, en Globo, en Band, en SBT. También hice trabajos para grandes productoras en Brasil.
Durante mi infancia fui un niño inquieto y siempre buscaba algo para calmarme y llenar mi vacío interior. Tenía muchas dudas, muchos deseos, sueños y ganas de “ser alguien”. En determinados momentos, mi comportamiento era inconstante: amable, tranquilo y alegre, e inmediatamente después era nervioso, agresivo y triste. En este mi “universo de sentimientos” nació la angustia: mi inseparable compañera hasta hace pocos días.
Ya siendo adulto, en la Universidad, tuve mi primer contacto con la cocaína. ¡Fue algo que me asustó! La droga ya me había sido presentada, sin embargo, en el primer momento no tuve el coraje de probarla, a pesar del encanto que me causó. Con el tiempo, terminé consumiendo y la droga se volvió parte de mi vida. Junto a ella, el sentimiento de angustia siempre presente.
Era un nuevo modo de vivir y aceptar la vida. Mi cuerpo físico tuvo contacto con una sustancia que dominó mis pensamientos.
Los años pasaron, me gradué y fui a trabajar a la TV. Aquella “angustia compañera” ejercía dominio sobre mí. Intentaba alejar a esa angustia con mujeres, bebidas y cocaína. Al principio funcionaba como una anestesia y todo era excelente, sin embargo, inmediatamente después, todo era pésimo.
Cada vez que busqué salir y huir de ese estilo de vida, algo sucedía para impedírmelo: nuevas compañeras sexuales, nuevas amistades, el ascenso en la empresa, etc. Terminé convirtiéndome en un esclavo del vicio.
Busqué en innumerables religiones la cura para el vicio y aquella angustia continuaba lastimándome de una manera muy severa. Fui al espiritismo, a la iglesia católica, al candomblé, a la umbanda, a la ufología e incluso a las iglesias evangélicas.
Sentía en esos lugares una falsa sensación de que lograría salir de esa situación, sin embargo, me volví esclavo de las religiones y el vicio y la angustia continuaban. Comencé a tener hábitos extraños que no eran míos y consumía drogas diariamente.
Mi vida se desmoronó. Pensé en el suicidio. Las drogas ya no ofrecían más la sensación de paz.
Busqué tratamiento a través de las drogas medicinales. La angustia y la droga siguieron estando en el comando de mi vida.
Después de dos accidentes graves de auto, accidentes de moto y problemas en mi trabajo, me convertí en un adicto que luchaba para tener una dosis diaria de droga para mantenerse vivo.
Fui internado en una reconocida clínica donde me dijeron que tenía una enfermedad progresiva, incurable y fatal. Me dijeron que tendría que seguir un programa para mantenerme vivo.
Estuve 10 meses sin consumir drogas, pero “dopado” con medicamentos. Después de cada reunión de NA quedaba aún más deprimido. Esa fisura constante e interminable era lo que más me preocupaba… sueños perdidos, deseos, recaídas emocionales, peleas innecesarias. Y esa voz en mi mente pidiéndome: “solo una dosis más.”
Delante de tamaño sufrimiento, mi padre buscó ayuda y me regaló el libro “La Última Piedra”. Empecé a ver mis problemas de modo diferente. Fui al Tratamiento para la Cura de los Vicios y allí todo sucedió. Vi a un hombre, el Obispo Formigoni, preparado y con total dominio sobre el tema: los vicios. Este hombre habló sobre todos los sentimientos que yo tenía. En sus palabras habló del sufrimiento del adicto, y mostró su conocimiento sobre la liberación. Diferente de los médicos.
Participando del Tratamiento no tuve más la fisura de la droga y hoy siento asco. Volví a luchar por mi vida y quiero ser un instrumento para ayudar a las demás personas a través de mi testimonio de cura. Vuelvo a las reuniones en búsqueda de “una dosis más” de paz y de alegría. Hoy soy nuevo y estoy dispuesto a viciarme por la Palabra de Dios.
Atentamente,
Henrique Alberto Almirates Neto