No nos olvidemos: ¡el mismo espíritu que persuadió a Eva en aquel tiempo continúa haciendo lo mismo con las personas en el día de hoy!
Cuando Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18), ciertamente no pensaba solamente en la soledad de Adán, sino en todo el desarrollo de Su creación, pues Él sabía que todo lo que había creado necesitaba ser sujeto y dominado.
¿Pero sujeto y dominado por quién? Por esta razón, el Señor, después de haber formado al hombre, le tomó una costilla y formó a la mujer, como dice abajo:
“De la costilla que el Señor Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” Génesis 2:22
Después de haberlos bendecido, les dijo:
“Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”
Génesis 1:28
El hombre, obviamente, jamás podría ser fecundo, multiplicarse y llenar la Tierra si no existiese la mujer, que fue sacada de él para poder ayudarlo a través de la unión matrimonial. Fue creada de tal forma que, solamente a través de ella, tendría las condiciones para alcanzar la multiplicación y llenar la Tierra.
La magnitud de la importancia de la mujer es tan grande que, si hubiera sido creada sin el hombre, aún así, sería capaz de llenar la Tierra, pues Dios podría haber hecho lo mismo que hizo con la virgen María: concebir a través de la acción del Espíritu Santo. Eso no sería posible con el hombre. A él le fue dada la capacidad de sujetar la Tierra y dominar todo tipo de animal. A ella, se le dio, la grandeza de poder engendrar un hijo en su vientre.
Su fuerza
Todos ya hemos observado hombres de gran talla dirigidos por mujeres de pequeña estatura. Y no precisa ser necesariamente de pequeña estatura para subyugar, pues la gran mayoría de las mujeres, sin importar su tamaño físico, han colocado a sus respectivos maridos bajo su autoridad. ¿Por qué motivo, normalmente, la mujer ejerce el dominio sobre el marido? ¿Dónde está la fuerza de su dominio?
Creo que no hay nadie mejor que el rey Salomón para responder a estas preguntas. Él las conocía muy bien, pues tenía setecientas mujeres, princesas, y trescientas concubinas. A pesar de todo dijo:
“Un hombre entre mil he hallado, pero mujer entre todas éstas nunca hallé.” Eclesiastés 7:28
¡Eso no quiere decir que la mujer ideal no exista! ¡Depende mucho de cada uno! Las mujeres que él poseía eran todas idólatras y no tenían un mínimo de temor al Dios de Israel. Ya que él mismo tampoco tenía temor de Dios en su corazón como lo tuvo su padre David.
De ahí la razón de por qué Salomón tuvo cientos de mujeres, pero ninguna estaba de acuerdo con aquello que deseaba en lo más profundo de su corazón, porque ese corazón se había corrompido. Naturalmente, las mujeres de las que se apasionó también estaban corrompidas.
El diablo, en el Jardín del Edén, no tentó en primer lugar a Adán, sino a Eva. ¿Por qué? Porque sabía que la mujer reunía las fuerzas necesarias para hacer que el hombre se rebelase contra Dios.
Un corazón corrompido sólo se enamora de otro corazón corrompido; pero un corazón puro solamente acepta otro corazón puro.
Pero, a fin de cuentas, ¿dónde está la fuerza de la mujer? Con certeza la fuerza de la mujer no está en sus brazos, ni en su mirada. Por medio de unos ejemplos, podemos llegar a una conclusión. Veamos algunos:
Eva en el Jardín del Edén
El diablo sembró en su corazón la palabra de duda contra la palabra de Dios. El Señor dio esta orden:
“De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Génesis 2:16-17
El diablo le dijo: “No moriréis…” (Génesis 3:4). Ella comió el fruto del árbol prohibido y “… dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6). La pregunta es: ¿Cómo es que Adán recibió la fruta de manos de Eva? ¿Acaso él no conocía su origen? ¿Cómo pudo comerla así, de cualquier manera?
Él sabía perfectamente que aquella fruta estaba prohibida. Entonces, ¿por qué la aceptó de las manos de Eva y la comió? Simplemente porque la misma palabra de duda que Eva recibió de Satanás, la transmitió a Adán. Ella lo persuadió de la misma forma como lo hizo la serpiente, ¡incluso porque no quería ser castigada ella sola! ¡También sucede esto con muchos que sufren de SIDA! No quieren morir solos, y por eso, no les importa contaminar a otros. No nos olvidemos: ¡el mismo espíritu que persuadió a Eva en aquel tiempo continúa haciendo lo mismo con las personas en el día de hoy!
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