Los primeros hijos de Adán y Eva nacieron con talentos y carácter diferentes. Caín era labrador y envidioso; Abel era pastor de ovejas y desprendido.
Es probable que el buen carácter de Abel haya suscitado el mal carácter de Caín.
En la práctica, no había razones para que el labrador tenga envidia del pastor de ovejas. Al final de cuentas, toda la tierra estaba a disposición de ambos. Podían elegir el lugar para desarrollar sus habilidades.
Pero, el “santo” de Caín no encajaba con el de Abel. Es siempre así.
El mal carácter de los “hermalos” da origen a sus malas obras… Incluso en las ofrendas.
Dios rechazó la ofrenda de sacrificio de Caín, de la misma forma en la que rechaza la ofrenda de todos los de mal carácter. Aunque se haga pasar por hermano.
El Altar pesa el espíritu del ofrendante.
El hipócrita puede engañar a sinceros y puros de corazón. ¡Pero nunca al ESPÍRITU del Altar!
El mal carácter del “hermalo” Caín fue soportando a su hermano hasta el día de la presentación del sacrificio. El día D.
Tal vez quería probarle a Abel su espiritualidad por medio de su “ofrenda de sacrificio”.
Disputar.
Los malos siempre quieren disputar con los buenos quién es el mejor.
Sin embargo, tratándose de subir al Altar, el Justo Juez no deja pasar nada en blanco.
A Caín le fue mal, porque, además de ser rechazado, el Señor manifestó placer en la ofrenda de su hermano.
Fue la gota de agua que rebalsó el vaso.
Movido por el espíritu de la envidia, Caín no resistió. En la primera oportunidad que tuvo, mató a su hermano.
Pero la muerte de Abel no logró callar su clamor. Por el contrario, desde la tierra, su sangre gritó más alto y fuerte, conforme dijo el Señor:
“¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.”, (Génesis 4:10).
Caín perdió. Fue maldito por el resto de su vida. Abel ganó. Fue justo ante Dios, salvo y todavía habla.
“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.”, (Hebreos 11:4).
Atención:
Mucho cuidado al lidiar con los “hermalos”. Son más peligrosos que los incrédulos asumidos. Como sepulcros enmascarados, esperan con paciencia para tragar a los sinceros y puros en la fe.
Todos los cuidados son pocos.