Hoy veremos la primera:
● 1.º Indignación
¿Qué es la Indignación?
Indignación: no es simplemente decir: «Estoy indignado».
Indignación: es rechazar, reprender los pensamientos negativos sobre vos mismo y sobre la situación injusta que estás enfrentando. Es tomar una actitud firme contra el espíritu de la injusticia y todo lo que representa lo injusto.
Ya tuviste la oportunidad de escuchar la Palabra de Justicia, de ver casos verídicos de justicia, y de obedecer con justicia, subiendo con tu Abogado (Jesús) y tu testigo fiel (tu sacrificio).
Por eso, ahora, esta indignación que presentaste en el Tribunal del Padre Justo no permitirá que te canses ni que el espíritu de la injusticia te domine.
No alcanza con saber o decirle a un familiar o conocido: «Tenés que indignarte».
Seamos indignados, y enseñémosles a otros cómo ser indignados en el espíritu y en la razón (Salmos 7:11).
Dios es el Justo Juez, y un Dios que Se indigna cada día contra el impío, es decir, contra la injusticia.
Hemos visto que algunos, aun «estando embrazados” con el Escudo de la Fe y “empuñando” la Espada del Espíritu, han sido abatidos. ¿Por qué? Porque se dejaron influenciar por otros, y fueron dominados y vencidos por el espíritu de la injusticia en su interior —en la mente, en el corazón y en el espíritu— y, como consecuencia, fueron vencidos por las injusticias externas.
Les faltó mantener el espíritu de indignación cada día, como lo hizo nuestro Padre Justo y los héroes de la fe.
Debemos tener actitudes de justicia.
Esas actitudes diarias nos impiden conformarnos con nuestro propio yo y con la imposición del mal.
Rechazamos así todo tipo de injusticia, interna y externa, por medio de la oración, del trabajo, del diezmo, de la inversión en lo espiritual, de la meditación, del ayuno, del perdón y del esfuerzo diario, como empleados o jefes, cumpliendo nuestra parte en todo lo que Dios nos guíe a hacer.
La indignación es el combustible que mantiene el fuego de nuestro sacrificio encendido sobre el Altar.
Cabe aclarar que la indignación no es rabia, no es algo emocional ni carnal, sino una reacción espiritual contra lo que es injusto, contra el espíritu de injusticia.
No se trata de una emoción pasajera; al contrario, la indignación es una conciencia espiritual que crece y se fortalece con el paso de las horas, los días, las semanas, los meses y los años.
Indignarse es descartar los pensamientos negativos, la voz de la duda, las mentiras que dicen:
• «Nada va a cambiar».
• «Siempre fue así».
• «Va a pasar lo mismo».
Si permitimos que el conformismo nos domine, la injusticia volverá a ocupar un lugar en nuestra vida.
Tené en cuenta lo siguiente:
– La indignación sin acción es solo emoción.
– La acción sin fe es solo esfuerzo.
– Pero la acción con fe, es decir, con obras, provoca la Justicia Divina.
«El fuego se mantendrá encendido sobre el Altar; no se apagará, sino que el sacerdote quemará leña en él todas las mañanas, y pondrá sobre él el holocausto, y quemará sobre él la grasa de las ofrendas de paz. El fuego se mantendrá encendido continuamente en el Altar; no se apagará». Levítico 6:12-13
«… teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo». 1 Pedro 3:16
Si no hay un espíritu de indignación en tu interior, orá al Espíritu Santo, y Él te lo concederá.
Muy pronto veremos las otras 3 cosas que debés hacer después de bajar del Tribunal de Justicia Divina (el Altar).
¡Nos vemos en la IURD o en las Nubes!
Ob. Julio Freitas