Hay cosas que son indicadoras de la posición en la que nos encontramos, pues, con Dios, no existe término medio…
O ES O NO ES… no existe término medio con Dios y, cuando muchos están indecisos, Dios faculta importantes lecciones para que tomemos consciencia de nuestras actitudes, si son correctas o incorrectas, a la luz de Su Palabra.
“En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés. Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho el SEÑOR: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado al SEÑOR; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana. Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió.” Éxodo 16:22-24
Cuando Dios le proveyó maná al pueblo de Israel, estableció reglas para ponerlos a prueba, para ver cuál sería su conducta. De “domingo a viernes”, el Señor enviaba el maná, que podría ser recogido solo según la porción designada, pues, en el caso de que fuera recogido de más, se pudriría. Sin embargo, el sexto día, Él Ordenó que fuera recogido el doble de la porción, pero que no se pudriría ni se agusanaría, pues tenía que quedar para el día siguiente, el gran y esperado Séptimo Día, el Día del Descanso…
No obstante, existe un significado más profundo relacionado a todo esto, pues, cuando Dios dijo que durante los cinco primeros días de la semana el pueblo debía recoger solo la porción de maná necesaria para un día y que, en el sexto, recogería la porción doble, lo hizo con la intención única de probar la fidelidad del pueblo a Su Ley. ¿Y por qué? Porque el ser humano, por su naturaleza adámica, tiene tendencia a no Confiar, a no ser Obediente, a no ser Dependiente y a no ser Disciplinado.
Este es un importante episodio bíblico que retrata bien la relevancia de los CUATRO PRINCIPIOS a seguir para que nuestra relación con Dios sea exitosa.
CONFIAR EN ÉL
El principio de la confianza no es fácil de aplicar al ser humano. Cuando somos niños, nuestro nivel de confianza, generalmente, está al 100%, pues no tenemos motivos para desconfiar de los demás. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, vamos no solo acumulando experiencias negativas, como también vamos escuchando de las voces con más experiencia alertas de “cautela”, “atención” y “cuidado”, pues el mundo es un lugar peligroso, y no todos son merecedores o dignos de nuestra confianza.
Después, ¿qué sucedió? Vino el amor… y cuando usted se casó, confió su vida, porque creyó todo lo que la otra persona le dijo, creyó que era verdad, por eso unió su vida en matrimonio. ¿No es verdad? Pues bien, aún más debe ser con Dios. Usted tiene que creer en Su Palabra, confiar en Él por encima de todo y de todos, y no en su propia fuerza, conocimiento o sabiduría.
“En Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?” Salmos 56:11
DEPENDER DE ÉL
En la sociedad moderna, frente a la crisis económica que muchos países están atravesando, no son pocos los casos de personas que se encuentran en situación de dependencia de terceros, sea de los propios progenitores, de un pariente o incluso de una institución.
¿Y qué es lo que ocasiona, por lo general, esa dependencia económica y material? Vergüenza, humillación, desvalorización personal, desconsuelo, desesperación, incredulidad en un futuro prometedor.
Sin embargo, depender de Dios es completamente diferente, pues esta actitud trae paz, equilibrio interior, valorización del individuo. ¡Fe en un futuro mejor, prosperidad, estabilidad, superación y certeza!
Pero, ¿qué significa, en la práctica, depender de Dios? Significa poner la Dirección de Él por encima de su propia dirección y poner los Pensamientos de Dios por encima de sus propios pensamientos. Y, de esta forma, usted pasará a ser dirigido por Sus Pensamientos, que es Su Palabra.
¡Por ejemplo, piense en cuántos errores cometió usted en su adolescencia por no haberles prestado atención a sus padres! ¿No es verdad? Sin embargo, cuando usted elige no prestarle atención a la Voz de Dios, el “estrago” es mucho mayor y peor. En realidad, es devastador, pues, sin Dios, usted no tendrá a nadie más a quien recurrir.
Observe el ejemplo de Job, que eligió depender de Dios hasta la muerte, aunque no hubiese sobrado nada de su mundo, ni hijos, ni riqueza, ni prestigio, ni imagen, ni influencia, ni reconocimiento o incluso respeto:
“Ciertamente yo buscaría a Dios, y encomendaría a Él mi causa.” Job 5:8
OBEDECERLO A ÉL EN TODO
Muchas personas asocian el hecho de obedecer al servilismo, a la pérdida de la libertad, del libre albedrío. Sin embargo, ¡existe una diferencia muy grande entre obedecer a los caprichos de terceros, o incluso a las leyes de un país, y OBEDECER A DIOS!
Es cierto que, como ciudadanos o hijos, debemos obedecer a nuestros padres, cumplir con nuestros deberes legales y cívicos como ciudadanos, pero todo esto es muy diferente a la obediencia que Dios espera de nosotros, pues esto implica PONERLO EN PRIMER LUGAR, nunca, bajo ninguna hipótesis, tomar decisiones en nuestra vida sin primero CONSULTARLE A ÉL, exactamente porque no queremos correr el riesgo de desobedecerle.
¿Usted recuerda los consejos que su padre le dio? ¿Recuerda cuando el pastor le dijo que hiciera algo, y usted hizo lo contrario? ¿Cuáles fueron las consecuencias? Con certeza no fueron las mejores…
A lo largo de su vida, más allá de su propia voz interior, usted escuchará muchas “voces consejeras”, que creerán saber lo que es mejor para usted. Sin embargo, el consejo supremo, aquel en el cual usted debe siempre guiarse, se encuentra única y exclusivamente en la Palabra de Dios, ¡pues esta es siempre certera, y nunca, jamás se engaña!
“Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.” Efesios 5:6
SER DISCIPLINADO
¡CONFIAR, DEPENDER Y OBEDECER A DIOS EN TODO presupone, antes que nada, SER DISCIPLINADO!
Es su capacidad de auto disciplinarse lo que lo hará capaz de cumplir con los 3 primeros principios, por eso, esta cuarta y última lección no deberá, de ninguna forma, ser despreciada o dejada al azar.
Con certeza, usted sabe a qué lleva la indisciplina, al desprecio por las normas instituidas, por los valores de la sociedad, por la Palabra de Dios. Una persona indisciplinada, difícilmente es obediente, es desconfiada ¡y mucho menos busca depender de Dios!
Sea disciplinado, haciendo de todo para nunca perder su Comunión con Dios, comenzando por poner en práctica, diariamente, las 3 primeras actitudes.
Piense un poco: ¿cuántas cosas perdió usted por ser indisciplinado? ¿Demasiadas? Pues bien, ¿quiere continuar perdiendo?
¡Cabe solo a usted revertir esta situación!
“El que ama la instrucción ama la sabiduría; mas el que aborrece la reprensión es ignorante.” Proverbios 12:1
Colaboró: Obispo Júlio Freitas