“Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.”
(Romanos 13:11)
Cada día que pasa nuestra Salvación está más cerca. Sea la venida de Jesús o el día de nuestra muerte, cada nuevo día es un día menos. Una bomba de tiempo está encendida. Y la mayoría simplemente ignora y sigue durmiendo, indiferente.
Nosotros, sin embargo, conocemos el tiempo. No podemos permitirnos caer en este sueño de la muerte.
Quien duerme este sueño, pierde tiempo con pequeñeces, se distrae fácilmente con las cosas de este mundo. Quien duerme este sueño, gasta horas preciosas en entretenimientos inútiles, o hablando mal de los demás, o incluso mirando todo con malos ojos.
Los que duermen el sueño de la muerte eterna no quieren renunciar a sus hábitos incorrectos, quieren permanecer agarrados a sus rencores, no aceptan perdonar ni sacrificar. Cayeron por cuestiones sentimentales, por amor al dinero o por un orgullo herido. Y ese orgullo adormece la fe.
En su mayor dolor y aflicción, el rey David clamó: “Mira, respóndeme, oh SEÑOR, Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte.” Salmos 13:3
Quien no durmió de muerte, debe vigilar y mantener su fe pura, sus ojos iluminados, teniendo la plena conciencia de que la Salvación está cada día más cerca.
Quien tiene humildad para reconocer que está durmiendo en la fe, ya es el momento de despertarse. Simplemente abra los ojos mientras esté vivo. Aún hay tiempo de rescatar su salvación.
Tenga la conciencia de que su salvación está cada día más cercana y no pierda tiempo con tonterías.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo.
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