“El ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas ¿quién soportará al ánimo angustiado? (Proverbios 18:14)
La persona de espíritu angustiado vive desanimada, solo ve el lado malo de las cosas y reclama por todo. Todo problema, para ella, alcanza proporciones alarmantes. Su negatividad viene de la duda. Como la fe trae vida, la duda trae muerte. Mientras que la fe estimula sueños y levanta la autoestima, la duda envenena sueños, esperanzas y trae depresión.
El ejército de Saúl tembló delante de las amenazas del gigante Goliat. Todos los días le gritaba palabras de derrota al ejército de Israel. “Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor. Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel.” (1 Samuel 17:24-25)
David no tenía fuerzas físicas, pero su espíritu era firme. Al oír las amenazas, su reacción fue: “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios Viviente?” (1 Samuel 17:26). Mientras ellos se veían como el “escuadrón de Israel”, David los veía como el “escuadrón del Dios Viviente”, es decir, reconocía que la afrenta era contra el propio Dios. Entonces, decidió ir a la batalla. La firmeza de espíritu de David venía de la certeza de que Dios estaba con él. Cualquiera que sea la dificultad, esa firmeza sustenta a la persona.
El espíritu angustiado transformó a los valientes soldados en flojos. Un muchacho, pastor de ovejas, venció la batalla. Venció porque tenía el espíritu firme.
Mientras usted mire el tamaño del problema, no irá a ningún lado. Cambie su reacción ante los problemas. Ponga firme su espíritu. Lo que se levanta contra quien es de Dios, se levanta contra el propio Dios.
Cambie su reacción delante de los problemas.
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(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo.
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