Ojos que no ven, corazón que no siente.
Cuanto menos el corazón siente, más es ejercitado el intelecto.
Cuando los ojos ven, el corazón siente.
Cuanto más siente el corazón, menos es ejercitada la inteligencia.
Los más inteligentes son los que menos pierden tiempo con los sentimientos.
La vida espiritual depende de los ojos espirituales. Jesús le preguntó a Tomás: “¿Porque Me has visto has creído?” Hoy, esta misma pregunta Él se la haría a los creyentes incrédulos: “¿Porque sintieron, creyeron? ¿Acaso su creencia en Mí está fundamentada en sentimientos? Y la Palabra que salió de Mi boca, ¿no tiene valor?”
Pues bien, préstele atención a este consejo: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”
Esa es la razón de la infelicidad de muchos. Su creencia en Dios ha sido de acuerdo a los sentimientos del corazón. Es por eso que nada funciona en sus vidas.
Como niños, viven basados en la emoción. Envejecen físicamente, pero el raciocinio permanece infantil.
“Y reposará sobre Él el Espíritu del SEÑOR; Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR.” Isaías 11:2 ¿Alguien logra ver en esta Palabra algún espíritu de sentimiento?
Los más inteligentes son los que menos pierden tiempo con los sentimientos
(*) Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo.
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