Hace casi 500 años, un hombre llamado Martín Lutero sacudió el mundo de aquellos que se creían dueños de la Palabra de Dios y prohibían su lectura. La iglesia romana mantenía la Biblia en latín, idioma que ella y otros pocos dominaban, para que solo fuese dictada a los fieles por los sacerdotes, con interpretaciones de su interés. Lutero, un monje alemán de la misma institución, se atrevió a romper con esa orden y decidió llevar la Biblia hasta el pueblo y la tradujo. Así, quien quisiera podría leerla por su propia cuenta, sin interpretaciones dudosas.
Medio milenio después, muchos creen que los cristianos están lejos de enfrentar las mismas dificultades de Lutero para llevar la Biblia a los más variados pueblos. Lamentablemente, están equivocados. La prueba son los constantes ataques a los misioneros de varias iglesias en países en que los cristianos son minoría, o en los cuales la difusión de la Palabra está prohibida.
Un ataque reciente sucedió en Medio Oriente, en una oficina secreta de Wycliffe Asociados, una organización que promueve la traducción de la Biblia en varios idiomas. La oficina fue invadida por extremistas islámicos que mataron a dos traductores a tiros y, con patadas en la cabeza, y asesinaron a otros dos que intentaron proteger a un miembro anciano del equipo, que sobrevivió. Los asesinos también destruyeron los equipos y quemaron todo el material impreso, prueba de que el trabajo realizado no era apreciado por ellos.
La Wycliffe prefirió no divulgar el país donde ocurrió el atentado, pero dejó bien en claro que los sobrevivientes redoblaron sus esfuerzos para darle continuidad al trabajo. La institución reveló que algunos discos rígidos de las computadoras destruidas, que contenían trabajos de traducción a otros idiomas de la región, fueron recuperados. Ningún voluntario, entre extranjeros y personas del lugar, quiso desistir de la tarea que realiza.
Hace 70 años, la Wycliffe realiza este trabajo, ya tradujo la Biblia a más de 2 mil idiomas, sobre todo de Asia, África y América del Sur, así como de Medio Oriente. Envían sus emisarios a cada región, para que el trabajo se realice en integración con el pueblo del lugar. Los equipos hacen todo lo posible para traducir, imprimir y publicar las Biblias, muchas veces con recursos sencillos. Además, realizan cursos de alfabetización en el idioma local y promueven campañas de salud, entre otras acciones filantrópicas.
Puede parecer increíble que, incluso después de cinco siglos, los cristianos tengan dificultad para llevar la verdad a los más diversos rincones del planeta. El equipo de Wycliffe muestra, en la práctica, la fuerza que los cristianos poseen.
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