Pocas cosas son más dolorosas que sentirse rechazado por su propia madre. Ese dolor puede desencadenar una serie de comportamientos autodestructivos.
Cuesta creer que con apenas 23 años, Cintia Barreto haya pasado por tantas situaciones negativas. “Cuando tenía unos siete años, mi mamá empezó a decirme que nunca quiso tenerme. Me contó que durante el embarazo había hecho de todo para abortar, pero no había podido. Pasé a ser una nena depresiva, que descargaba esa ira contenida con su hermano menor. En una pelea que tuve con él, le clavé la punta de un cuchillo en el vientre, cuando vi sangre, creí que lo había matado”, afirma Cintia.
Ese odio se incrementó cuando su mamá echo de casa a su padre. “Empecé a odiarlo a él también”.
A los 12 años, la combinación de un hogar destruido y el odio acumulado dio sus frutos. Cintia buscó en la noche lo que le faltaba en su casa. “Empecé a salir y a tomar alcohol. Después, a juntarme con hombres casados, quería llenar el vacío que provocaba la ausencia de mi papá relacionándome con hombres mayores. Una mujer me vino a buscar a mi casa y al ver que era una nena terminó hablando con mi mamá. Fue tanta la vergüenza que sintió mi mamá, que me dijo ‘prefiero matarte a que estés en boca de todos’ y me atacó con un cuchillo. Después de esa situación intenté matarme tomando pastillas”.
El alcohol parecía ser la única forma de olvidar todo el sufrimiento, hasta que pidió ayuda psiquiátrica. “Mi mamá ya iba y yo aproveché la consulta. Me medicaron y lo único que hacía era dormir, con 18 años era un zombi. Bajé 25 kilos, tomaba más de 100 pastillas al mes. Un día tomé la medicación con alcohol porque quería morirme”.
“Conocí a un hombre 12 años mayor que yo y empezamos a tener una relación. Él estaba involucrado con la venta de drogas. Al principio yo le guardaba el dinero, pero al tiempo me ofrecieron marihuana y después cocaína. Luego usé mi casa para esconder la droga, así él podía vender.
La Policía empezó a darse cuenta de que algo raro pasaba en la casa y empezaron a investigarnos. Le dijeron a mi papá que la familia estaba marcada y que iban a allanarnos. Él nos avisó y sacamos todo. Yo me fui de mi casa y pasé a estar con el chico con el que salía. A mi papá le volvieron a decir que me iban a llevar detenida. Eso me hizo tocar fondo, porque vivía empastillada, no pasaba un día sin que tomara alcohol y los fines de semana me drogaba como quería, no daba más”.
En este punto de su vida, Cintia tenía dos opciones, morirse o buscar ayuda. “Mi primo, que también vendía drogas, conoció la Universal y dejó los vicios. Él me invitó, me dijo que si él había podido cambiar, yo también iba a poder. Fui, hablé con Dios y le dije que si estaba ahí, tenía que ayudarme. La primera noche pude dormir como hacía cinco años que no dormía. Quise tomar alcohol esa semana y sentí asco. Dejé todo de inmediato.
Hace dos años y medio que no consumo más nada. Hoy tengo una muy buena relación con mi familia, le pedí perdón a mi papá, a mi mamá y a mi hermano. Soy feliz porque los vicios tienen cura”, afirma sonriendo.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.