Cuando una persona comienza a asistir a la Universal, descubre el poder de la fe inteligente, una fe que transforma y renueva. Con el pasar del tiempo, esta persona busca ayudar a su prójimo y orar por los enfermos, con la certeza de que está libre de todo el mal. Pero, ¿qué sucede cuando esta persona contrae alguna enfermedad? ¿Cómo enfrentar una enfermedad cuando se es de Dios? ¿Es normal que un cristiano se enferme?
La asistente social Gercilene Santos de Moura, de 45 años, (foto abajo) enfrentó esas preguntas cuando descubrió una enfermedad en una etapa avanzada. Ella, ya era una obrera de la Universal hacía casi 20 años, cuando en el 2012, luego de una cirugía bariátrica, le diagnosticaron cáncer de tiroides.
“Estaba llena de sueños. Cuando el médico me explicó que la dificultad que tenía para tragar era un cáncer que ya estaba en metástasis, mi mundo se derrumbó”, recuerda.
Ella se preguntaba a cada minuto: “Si yo soy de Dios, ¿por qué estoy enferma?” Todo el tiempo, Gercilene pensaba que estaba siendo castigada y que era víctima de injusticia. “Ya no trabajaba como obrera e incluso comencé a dudar de la existencia de Dios”, cuenta.
En los meses siguientes, le descubrieron 52 nódulos en la garganta. También le encontraron otros tumores en el pulmón. “Mientras más empeoraba, menos leía la Biblia. Mi matrimonio también empeoró. Todo lo que quería era morir, solo pensaba en el suicidio.”
Tomaba más de 20 medicamentos por día y, en medio a tanto sufrimiento, Gercilene hizo una oración sincera. “Me encerré en mi habitación y tuve ganas de orar. Le pedí a Dios que Él hiciera conmigo lo que hizo con Lázaro. En ese segundo de fe, tuve la esperanza de vencer. Sentí que la presencia de Dios resurgió en mí”, recuerda.
Gercilene volvió a participar asiduamente de las reuniones en la Universal. Con sus fuerzas renovadas para luchar contra la enfermedad, tuvo una sorpresa. “No sentía más vergüenza de asumir que era cristiana y que estaba enferma. De a poco, recuperé la inmunidad y mi autoestima; y los exámenes comenzaron a salir con buenos resultados.”
A principios de 2015, los nódulos desaparecieron. Gercilene no tiene dudas de Quién la ha sanado. “Mi fe me liberó. Hoy entiendo que tuve esa enfermedad para acercarme a Dios. Antes creía en Él, pero seguía mi voluntad. Sin embargo, a través del dolor, entendí la importancia de obedecer, confiar y, sobre todo, creer”, reflexiona.
Con una salud, matrimonio y vida espiritual restaurada, ella se asegura que su historia ayude a muchas personas que hoy están enfermas, pero no entienden por qué. “Tengo ganas de gritarle al mundo el poder de la fe. Dios siempre tiene un propósito en la vida de cada uno”, concluye.
Prueba de fe
No es porque una persona está enferma que deja de considerarse cristiana. El obispo Fernando Vassoler, explica que, así como le sucedió a Gercilene, las enfermedades pueden llegar como pruebas. “Por eso, cuando una persona descubre un problema, no puede desesperarse. Lo que debe hacer es orar y poner en práctica la fe, que muchas veces se queda en la teoría.”
La ejecutiva de marketing Débora de Oliveira Loureiro, de 30 años, (foto al lado) dice que vivió esa prueba en su propia vida. Recién había comenzado a asistir a la Universal cuando le diagnosticaron el síndrome de ovario poliquístico, una enfermedad que es un trastorno endocrino que causa uno de los desequilibrios hormonales más frecuentes en mujeres de edad reproductiva, y puede impedir el embarazo. “Soñaba con ser madre y, cuando descubrí que eso tal vez no sería posible, quedé devastada.”
Los constantes dolores hicieron que Débora se indignara en contra de esa situación. “¿Ya había cambiado los malos hábitos y seguía enferma? No aceptaba estar conociendo a Dios y que todos vean mi enfermedad. Puedo decir que mi mayor lucha fue espiritual”.
Débora decidió luchar por una respuesta. “Participaba de las reuniones de Liberación y ya había visto a muchas personas ser curadas de varias enfermedades. Solo eso fue suficiente para que supiera lo que tenía que hacer. Determiné que esa enfermedad no formaría más parte de mi cuerpo y le pedía a Dios tener un hijo sin dificultad.”
Ocho meses después, ella recibió la recompensa por su fe. “Recuerdo hasta hoy la cara de la médica sorprendida debido a la cura repentina. Dos años después, descubrí que estaba embarazada. Mi embarazo fue perfecto, tuve un parto perfecto y mi hija es hermosa. Dios actuó en todo y mucho más de lo que podía imaginar”.
Hoy, ella ayuda a otras mujeres que enfrentan el mismo problema. “Aprendí que las enfermedades no vienen de Dios, sino que las mismas pueden surgir por varios factores. Por eso, sea por el motivo que fuera, debe tener a la fe como la mejor arma para combatir cualquier mal”, concluye.
Confianza
No es porque la enfermedad existe que la persona debe pensar que hay un mal actuando sobre ella. Fue en el dolor y en la indignación que Gercilene y Débora aprendieron a confiar verdaderamente en Dios. Tal vez, si ellas no hubieran sufrido estas enfermedades, no tendrían la confianza que tienen hoy, ni tampoco ayudarían a las personas con sus historias de superación.
Para evitar cualquier problema de salud, es importante cuidar la mente y el cuerpo. Realizarse exámenes médicos con frecuencia e invertir en la vida espiritual. Ahora, en el caso que hoy usted esté enfermo/a o si llegara a enfermarse, no dude de la existencia de Dios. Permanezca firme en la fe, porque es en medio del desierto que Él se revela a Sus seguidores. Las personas de fe son las que se curan y, a través de sus ejemplos, salvan a otras.
Muchas personas hacen y reciben oraciones para tratar enfermedades incurables en las reuniones de cura y liberación. Vea la dirección de la Iglesia más cercana a su domicilio ingresando aquí.
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