“Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.” (Josué 1:3)
La profecía estaba dada. Sin embargo, toda promesa es condicionada a una actitud.
Él dio la tierra, pero restringió la conquista a la actitud de Josué: Yo os he entregado todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. O sea, el paso tenía que ser dado. A cada paso, una batalla. A cada batalla, una victoria. A cada paso, una conquista. Sin dar un paso, sin conquista. Mientras que Josué avanzó, conquistó.
Cuando se detuvo, paró también de conquistar. Fe es movimiento. Fe es acción. Exige acción. La fe inerte no es fe. La fe sin obra es una fe muerta.
Analice siempre las condiciones del cumplimiento de la promesa: “Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra”; “y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los mandamientos”; “Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz del SEÑOR, tu Dios”; “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial”; “Si crees, verás la gloria de Dios”.
Aquellos que se disponen a cumplir las exigencias de la profecía, verán la promesa cumplirse. Los que se queden sentados esperando que el cumplimiento de la Palabra caiga del cielo sin que necesiten dar ningún paso, se quedarán chupándose el dedo.
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La fe es actitud. La fe es movimiento. No se quede quieto esperando que las bendiciones caigan del cielo. Lea las cláusulas del contrato y cumpla las condiciones de la promesa.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo
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