El pasado sábado 21 de mayo, miles de mujeres participaron de una nueva reunión en la que buscaron desarrollar su excelencia.
En el encuentro, la señora Lucelaine Araujo habló sobre la importancia de apreciar en vez de quejarse. “En todas las relaciones que el ser humano tiene, hay algo que no se hace más, principalmente cuando se refiere a la mujer, que es la apreciación al otro.
Es muy difícil encontrar personas a las que les guste apreciar al otro. Hay un desequilibrio muy grande al respecto, porque hay mujeres que lo hacen mucho y otras que directamente no lo hacen.
La mujer tiene tendencia a quejarse más, a reclamar más, que a apreciar las cosas. El espíritu de apreciación forma parte del Espíritu de excelencia, que es el Espíritu de Dios.
En mi caso, cuando tuve un encuentro con Dios, y el Espíritu Santo entró en mi vida, yo estaba apreciando a Dios, alabándolo. Vea que apreciar tiene que formar parte del espíritu de quien tiene el Espíritu de Dios, y eso es difícil.
El ser humano tiene tendencia a quejarse, a reclamar por todo, incluso de Dios, y la mujer lo hace más que el hombre. La apreciación es tan importante, que Dios entra en nuestra vida cuando estamos apreciándolo, Él no viene sobre nosotras cuando estamos quejándonos, sino cuando lo alabamos.
En el día a día nos olvidamos de esto, en nuestras relaciones casi no tenemos este espíritu de apreciación, nos quejamos más de lo que apreciamos, ¿no es verdad? Miramos más los defectos que las virtudes.
Dios hizo cosas lindas, el cielo, la Tierra, el mar, los animales, a nosotras mismas, para que las apreciemos. ¿Cuántos se quejan por todo? Si hace frío, si hace calor, si tienen que venir a la iglesia a la mañana, si tienen que venir a la noche, todo es motivo de reclamos. A Dios no le agrada eso y por eso no puede obrar en la vida de muchas, porque cuando uno se queja, está alabando al diablo. En cambio, cuando apreciamos, estamos alabando a Dios.
Dios quiere que tengamos este espíritu, que aprendamos a valorar, a apreciar las cosas, empezando con Él”.
Luego, la señora Lucelaine oró por las mujeres que reconocieron quejarse más de lo que aprecian y deseaban aprender a valorar tanto a Dios como a los demás, teniendo un espíritu de apreciación dentro de sí.
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