La corta vida de Celeste Gómez puede resumirse en una sola palabra: sufrimiento. Cuando tenía 12 años de edad, sus padres se separaron y la imagen de una familia feliz se hizo añicos, lo que provocó un gran cambio en ella.
“A los 13 me escapé de casa y me fui a vivir con unos familiares que tenía cerca. Pasé un tiempo con ellos y en ese transcurso, uno de ellos abusó de mí. Parecía que en vez de encontrar una salida, lo que encontraba eran más problemas”, cuenta Celeste.
El abuso la marcó y, sintiéndose mal y sola, conoció a una persona más grande que ella y se fueron a vivir juntos. “Al principio todo estaba bien, pero después comenzaron las agresiones verbales y físicas, porque él era adicto. Yo no tenía dónde ir, por eso soportaba la violencia. Yo también empecé a ser agresiva, y él varias veces me dejó inconsciente, lastimada, con marcas en el rostro. Así estuve durante tres años, desde los 15 hasta los 18, cuando él fue detenido y yo me encontré con una supuesta libertad. Ya trabajaba y creí que podía hacer lo que quería.
Empecé a salir a bailar y ahí conocí las drogas. Al principio pensaba que lo podía manejar. De ser una cosa de fin de semana pasó a ser diaria. Cuando consumía venían a mi mente los recuerdos de lo que había vivido y consumía cada vez más. Me metí de lleno en la cocaína, con tal de drogarme y olvidarme de mis problemas hacía de todo. Quería tapar mis cicatrices con droga, pasarla bien por un momento, y así terminé siendo una adicta. En su momento pensaba que estaba bien, que tenía poder de dominar al vicio, pero en realidad me convertí en su esclava.
La plata dejó de alcanzarme, no podía mantener el nivel de consumo y en el ambiente en el que me movía surgió la idea de prostituirme. Hice de todo por la droga, lo que me pedían, hacía, no tenía filtro”, confiesa Celeste, que cada día se hundía más en las adicciones.
“Pasé a vivir en el lugar en el que me prostituía. Cuando quería dejar, tomaba pastillas, pero el cuerpo me pedía más droga. Cuando la cocaína dejó de hacerme efecto, pasé a inyectarme heroína. Para bajar el efecto de la cocaína tomaba pastillas, cuanto más fuertes, mejor. Hasta probé paco, pero consumí pocas veces.
En total tuve tres sobredosis, las dos primeras las superé cortándome los dedos o tomando medicación para contrarrestar el efecto de la droga, pero la última fue la peor, estuve ocho días sin dormir. No tenía paz, estaba atormentada, no dormía, veía gente que me perseguía, escuchaba voces extrañas, estaba perdida, parecía una loca. Sentía mucho odio y rencor por todo lo que había sufrido”, recuerda.
La verdadera salida llegó cuando la invitaron a participar del Tratamiento de la Cura de los Vicios. “Entendí que había una salida, que podía dejar de ser dependiente de una sustancia y por eso puse las pocas fuerzas que me quedaban para poder salir. No fue fácil, pero lo logré. Después de la primera vez que participé del Tratamiento pasé a sentir asco, rechazo a las drogas, y esa misma noche pude dormir. Como noté cambios empecé a perseverar y hoy estoy completamente recuperada. No necesito más drogas, estoy libre de los vicios, no necesito ninguna sustancia para vivir, tengo trabajo, recuperé a mi familia, tengo una nueva vida gracias al Tratamiento para la Cura de los Vicios, que fue el único lugar en el que recibí la ayuda que verdaderamente necesitaba”.
Participe usted también de la reunión de la Cura de los Vicios y compruebe en su vida o en la de un ser querido que existe una salida para este mal. Lo esperamos este domingo a las 15 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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