“Por cuanto en Mí ha puesto su amor, Yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido Mi nombre. Me invocará, y Yo le responderé; con él estaré Yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré Mi salvación.” (Salmos 91:14-16)
Poner su amor, conocer e invocar. Tres actitudes que garantizan esa promesa gloriosa. “Ha puesto su amor” es entregarse. El amor sacrificial. Quien pone su amor en Dios por medio de esa entrega, tendrá libramiento. Por conocerlo, estará seguro; será respondido cuando Lo invoque; será libre de la angustia. El que se entregó a Dios y escogió depender de Él tendrá una larga vida, nada le faltará. Y, en el final de esa larga y victoriosa jornada, el Señor aún promete la salvación eterna.
Esa es la jornada preparada para usted, querido lector: libramiento, respuesta, protección, prosperidad, victoria y salvación. La promesa cubre todas las áreas de la vida, en todas las fases de la vida. Vale la pena luchar por ese Tesoro que nadie le podrá quitar.
Esa promesa es para los valientes; que no pusieron su amor con interés; que no pusieron su amor con emoción; que no pusieron su amor con miedo al infierno; sino que lo hicieron con amor. Ellos pusieron su amor al punto de entregar, de sacrificar su propia vida por el Autor de la promesa.
Medite nuevamente en estos versículos y, a partir de hoy, empéñese en las tres actitudes y asuma cada una de esas promesas.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo