“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
(Efesios 6:11-12)
Nuestra lucha no es contra las personas. Nuestra lucha es espiritual, contra los espíritus malignos que son responsables por las desgracias del mundo. Miseria, enfermedades, separaciones, tragedias… todas esas cosas son causadas por el mal. En una escala menos visible, las dudas, el miedo, la ansiedad, la inseguridad y los malos pensamientos también son fruto de la actuación maligna.
Esos espíritus crean situaciones malas usando a otras personas, que están bajo su dominio, para que, al verlas, usted se vuelva contra ellas. Soplan en su oído pensamientos de odio, de venganza, de enojo, de rencor. Al aceptarlos, creyendo que esa persona es su enemiga, usted hace la voluntad de su real enemigo.
Las mayores víctimas de las fuerzas espirituales del mal son las personas buenas. Estas son los blancos prioritarios. Ensuciar el corazón de los que son buenos, especialmente de los que son de Dios, trae resultados importantes para el reino de las tinieblas.
Entonces, sea inteligente y no caiga en la trampa de su enemigo. Cuando el mal le señale a un ser humano como enemigo, por peor que aparente ser, ore por esa persona. Pídale a Dios que la bendiga, pues para que ella sea bendecida necesitará liberarse del mal que la influencia. Y usted se vengará, apuntando sus armas a su verdadero enemigo: el enemigo espiritual, que contaba con que usted cayera en la red.
Sea sabio: su lucha no es contra ningún ser humano.
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Fuente: Libro “El Pan nuestro para 365 días”, del obispo Edir Macedo